26: Ganas

25.2K 3.7K 1.1K
                                    

Dedicado a yellowav, gracias por tus comentarios. Espero que los disfrutes.❤

La tarde se había visto oscura: ni un solo rayito de luz se filtraba entre las nubes, y cuando comenzó a llover, parecían las siete de la noche cuando apenas eran las cuatro y treinta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La tarde se había visto oscura: ni un solo rayito de luz se filtraba entre las nubes, y cuando comenzó a llover, parecían las siete de la noche cuando apenas eran las cuatro y treinta. Mi mala suerte fue tal, que el clima no esperó a que yo llegara a casa para empezar a liberar su furia a cántaros, sino que la primera gota de lluvia cayó un minuto antes de que saliera del Café Porteño.

Me había uniformado: mi impermeable y mis botas eran de un color amarillo chillón, y aunque de seguro existían chaquetas e impermeables más "a la moda", a mí me encantaba mi amarillo chillón. De hecho, mis botas no eran siquiera bonitas, sino que estaban hechas de hule. Aun así, las amaba desde pequeña.

Cuando éramos chicos, Andrés usaba unas rojas con los ojos de Spiderman, y yo una con paticos amarillos.

Hoy día, yo era la única que usaba ese tipo de botas de hule. Andrés llevaba Vans.

Hipster, le acusé en mi mente.

—¿Vamos? —preguntó él, cubriéndose la cabeza con la capucha de su chaqueta.

Suspiré y me armé de valor. Salí del café, sintiendo algunas gotas golpear mi rostro. Abrí mi paraguas de inmediato y aceleré el paso. Andrés me siguió en silencio, sin temor a mojarse.

—Podemos tomar un autobús —propuse, visualizando una parada no muy lejos.

—Son muy pocas calles. Vamos a pasar más tiempo debajo de la tormenta que caminando a casa.

Torcí un poco los labios, reconociendo que él tenía razón.

Tanta tecnología en el mundo y todavía nadie inventaba un método de teletransportación.

Continuamos caminando dos calles más, hasta que sucedió.

Un relámpago iluminó el cielo y todo lo que estaba al alcance de nuestra vista.

Corrí hasta recostar mi espalda de la pared del edificio más cercano y cubrí mis oídos para amortiguar el sonido del trueno, que tardó unos cuatro segundos en aparecer. La lluvia se hizo todavía más torrencial. Quería llegar a mi casa. Mi corazón latía tan rápido que pensé que estaba a punto de sufrir un ataque cardíaco, mis piernas eran inestables, y sentí ganas de vomitar.

Algo rozó mi pecho, y cuando abrí los ojos, me encontré con la figura alta y cálida de Andrés, acaparando mi campo de visión. Su rostro estaba empapado, demostrando que su capucha no lo habría protegido demasiado. Se la quitó, dejando libre su cabello húmedo y ahora más despeinado que antes.

—¿Estás bien? —Sentí su aliento a café rozar mi rostro, trayéndome a la realidad y haciendo que me diera cuenta de que estaba muy cerca—. Soltaste tu paraguas —murmuró, enseñándomelo en su mano derecha.

Quise preguntarle porqué estaba tan cerca de mí, hasta que noté que el techo que nos cubría era muy corto, por lo que, si no queríamos mojarnos, teníamos que estar apretados debajo de él.

—Estoy bien —contesté finalmente.

—Mentirosa. —Procedió a quitarme la capucha también. Echó mi cabello húmedo hacia atrás, y esbozó una sonrisa pequeña—. Te mojaste de todas formas.

—¿Podemos quedarnos aquí hasta que termine la tormenta? —pedí— Leí en internet que la mejor manera de no morir por culpa de un rayo es buscando refugio.

Se rio.

—Esto no es un refugio. Es un techo que ni siquiera nos está protegiendo bien. Lo más seguro que recomiendan es estar en casa, con las ventanas cerradas.

Tragué con fuerza, negada ante la idea de tener que seguir caminando debajo de una tormenta eléctrica. Para mi desgracia, otro relámpago se hizo ver en el cielo, y, en busca de protección, me cubrí el rostro con las manos y apoyé la frente en el pecho de Andrés, esperando al trueno.

—¡Odio las tormentas! —solté con rabia.

Sus manos buscaron las mías, alejándome de su pecho con suavidad.

—¿Te acuerdas del día en el que nos conocimos? —me preguntó, con sus ojos chocolate indispuestos a abandonar los míos, mirándolos con interés y dulzura. Asentí—. ¿Recuerdas lo que te dije esa tarde?

—Que éramos amigos.

Él negó con la cabeza.

—Que iba a ser tu amigo durante aquella tormenta, y las demás también. Fallé estos últimos cinco años, pero hoy quisiera cumplir con esa promesa que te hice.

Mi mente viajó a aquella tarde, la primera que pasé en el departamento nuevo. Recordé a Andrés vestido de ninja, y su mirada sorprendida de ver a alguien del otro lado de su ventana; su curiosidad por conocerme; la flecha que lanzó a mi habitación con un vaso que servía como teléfono; sus palabras para tranquilizarme.

Andrés había dicho que yo era una persona valiosa en su vida, pero él ni siquiera imaginaba la importancia que yo le daba a su existencia en la mía.

—Seguro parezco tonta teniéndole miedo a esto —confesé, avergonzada.

—Nada en ti es tonto, Belén.

Algo en su expresión delataba que otras palabras se quedaron atoradas en su garganta, que se estaba cohibiendo de decirme algo más. ¿Qué me estaría ocultando? Mordió el interior de sus mejillas, demostrando que estaba nervioso. Sus ojos marrones zigzaguearon mi rostro con sutileza, y me permití hacer lo mismo con el suyo, olvidando por varios segundos que estábamos debajo de una tormenta. Parecía confundido, sumido en un millón de pensamientos e inseguridades.

Habría dado cualquier cosa por saber lo que estaba surcando su mente en ese momento.

Otro relámpago. De nuevo, busqué refugio en el pecho de Andrés, y esta vez él depositó sus manos en mis caderas. No tuve tiempo de interiorizar cómo me sentía con su tacto, porque un trueno se hizo escuchar, fuerte y escandaloso. Algunas alarmas de coches se encendieron, incluso creí sentir el suelo temblar.

Lo miré en busca de auxilio.

—Distráeme, por favor —supliqué—. Cuéntame un dato curioso. O dime lo que estés pensando. Pero distráeme.

Sus palabras me sorprendieron, dado que, aunque las pronunció en voz baja, fueron muy firmes:

—Me muero de ganas de robarte un beso. 

_______


Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora