60: Herencia

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Este capítulo rompió mi corazón y no sé si me gustaría dedicarlo. Espero que igual lo disfruten.

Mamá respetó que quisiera permanecer en silencio el resto del día

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Mamá respetó que quisiera permanecer en silencio el resto del día. En una que otra ocasión intentó sacarme conversación pero al notar que no estaba obteniendo resultados, prefirió dejar que yo misma procesara todo lo que acababa de descubrir. Cuando llegamos a casa, papá nos preparó unos sándwiches para cenar —era lo único que sabía cocinar, considerando que cereal con leche no entraba dentro el concepto «cocinar»—. Tanto él como Augusto intentaron animarme al punto de resultar irritante, así que me excusé para ir a mi habitación. Necesitaba estar sola.

Me había sentido triste antes, muchas veces. Pero ninguna sensación se comparaba con la que estaba experimentando. Era como si cada partícula de mi ser pesara una tonelada completa, como si todos los órganos de mi cuerpo dolieran, como si la ropa que vestía fuera incómoda, y aunque me dolía la cabeza y sentía unas ganas desmesuradas de llorar, nada salía de mis ojos.

Tras un largo suspiro que logró desinflarme, me acerqué a mi ventana para darme cuenta de que la de Andrés continuaba cerrada.

¿Dónde estás? Te necesito tanto, pensé, queriéndoselo expresar de alguna manera. Pero llamar la atención de Andrés justo en ese momento resultaría un acto egoísta dado que él había perdido a una de las personas más importantes de su vida el día anterior.

Cerré mis persianas y decidí mantenerlas así hasta que en algún momento pudiera sentirme mejor. No quería que él se enterase de mi situación porque sabía que era capaz de poner en un segundo plano su propio luto para intentar ayudarme, y ya yo lo había lastimado lo suficiente. Ya había ocupado la atención de todas las personas que me rodeaban lo suficiente.

Cogí un par de cosas de mi clóset y me dirigí al baño. Quizás el agua podría hacerme sentir mejor.

Eché un vistazo a la habitación de mis padres. Estaban con Augusto acostados en la cama, viendo la televisión. Ellos lucían un poco serios pero cuando mi hermano se rio de algo, lo miraron y fue como si cada pieza hubiera encontrado su sitio. Aún después de tantos años, Aslan y mamá se miraban como par de tórtolos enamorados, y cuando veían a Augusto le sonreían con una devoción infinita, porque a fin de cuentas él era fruto de ese amor. En cambio yo...

Yo solo era fruto del dolor.

Por primera vez en toda mi vida me sentí ajena a mi propia familia, como si no perteneciera, como si fuera una intrusa a la cual le prestaron aquella vida tan bonita.

Mamá se dio cuenta que les observaba, y cuando intentó levantarse para invitarme a unírmeles, me di vuelta y me encaminé hacia el baño.

Cuando estuve desnuda frente al espejo, examiné cada uno de los detalles de mi cuerpo. Cada lunar, cada imprecisión, cada facción, cada curva. No podía dejar de enumerar cuáles podrían ser las similitudes que guardaba con mi padre biológico además de las que había mencionado mamá. ¿También me parecería a otros miembros de mi familia?

Entonces sentí como si el líquido que corría por mis venas me picara, como si resultara asqueroso. Mi abuelo, mi abuela, mi tía, mi padre. De todos ellos había heredado algo. Compartía la sangre de todas las personas que le habían hecho daño a mamá.

Sin mencionar que mi abuelo había sido un alcohólico que golpeaba a su esposa y dos hijas; que mi abuela no solo se había prostituido sino que conllevó a su hija mayor a que hiciera lo mismo y dejó sola a su hija menor con un maltratador; que mi tía cayó en malos pasos desde que era adolescente y hoy en día estaba presa; que mi padre biológico también tenía vicios, y que golpeaba y violaba a mi mamá sin importarle que estuviera embarazada, además de también estar preso.

Esa era mi herencia.

Yo era todo eso. Estaba en mi sangre.

¿Por qué mamá habría decidido tenerme? Yo en su lugar me habría abortado. Nadie merecía vivir con un recordatorio de lo dolorosa e injusta que puede ser la vida. Si no me hubiera tenido, no habría tenido que soportar convivir con un maltratador que llegó a abusar de ella de múltiples formas. Si no me hubiera tenido, habría podido empezar de cero en Buenos Aires sin preocuparse en cómo criar a una nena sin tener la madurez para ello.

La vida de mamá a lo mejor sería mejor el día de hoy si no me hubiera tenido.

Abrí la llave de la ducha y esperé a que el agua saliera más caliente de lo usual. Me dolió un poco al principio, hasta que cerré los ojos y de a poco mi cuerpo se adaptó.

Finalmente lloré. Lloré hasta que no hubo nada más de mí que drenar.

 Lloré hasta que no hubo nada más de mí que drenar

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Nota de autor. Todo esto ha sido muy doloroso, pero les prometo que a partir del siguiente, las cosas empiezan a mejorar un poquito. Además lo narra Andrés♥

¿Qué piensan de la conversación que tuvieron Belén y Prim? ¿Qué le aconsejarían a Belén ahora?


Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora