Julio, 2011
El último día de fiestas ya no tenía lugar en el recinto del festival, sino que, se celebraba con una cena al raso a las afueras del pueblo, en la zona verde de la Sierra. La tradición era una cena en la que cada uno aportaba un plato distinto, y ver los fuegos artificiales en plena Sierra, disfrutando del aire libre y de las cálidas noches de verano. Después los más atrevidos, pasaban la noche en una tienda de campaña, dormían al raso, o simplemente regresaban a casa de madrugada, con olor a alcohol.
Según mi abuela, me había puehto buena palomejó, pal mejóh día. No tenía ni idea de cómo saldría aquel invento de pasar la noche con mi familia paterna en el campo, pero lo que tenía claro, era que me apetecía salir de casa y tomar el aire, después de los interminables tres días, que había pasado encerrada, y metida en la cama.
No había tenido noticias de Mimi, tampoco del resto de los chicos desde sus visitas, no sabía si irían todos con sus familias, si habrían quedado entre ellos... Así que estaba algo nerviosa, por la actitud que pudiesen tomar conmigo, especialmente ELLA.
Mi padre y Celia nos recogieron en coche a mi abuela y a mí, y allí rápidamente localizamos a mí tío, que estaba con mi primo Carlitos y mi prima Laura. Ellos parecían llevar un buen rato allí, así que, ya habían elegido sitio.
Mi prima Laura era la hermana de Carlitos, tenía casi dos años más que él y un brillante pelo castaño liso, que llegaba a la altura de su barbilla, y que junto a las pecas que tenía en sus mejillas, hacían que tuviese una apariencia angelical, aunque el toque "rockero" se lo daba la colorida camiseta de Hannah Montana, que lucía orgullosa.
Los vecinos y familias se agrupaban y marcaban su espacio con cuatro palos, que simbolizaban que ese territorio les pertenecía. Debido a que la familia de Mireya era muy amiga de mi abuela y mi padre, compartimos espacio con ellos. Me gustó la idea, Mireya era encantadora.
En nuestra mesa, dos ancianas amigas de mi abuela, bebían una copita de orujo y hablaban sin apenas mirarse, dos chicas que no conocía, pero que lucían muy arregladas para estar en plena sierra, brindaban con cerveza mientras se reían, Hugo que había pasado de visita por allí, discutía de fútbol con un vecino, y yo, entonaba con mi prima nueva, la intro de Hannah Montana, mientas los rayos de sol iban desapareciendo perezosos, dando paso a la noche.
—Me pasas la empanada, porfa —pedía, dirigiéndome a Mireya.
—Sí, claro guapa, pruébala, está buenísima —respondió acercándome la bandeja.
—Gracias —contesté. —¿Qué tal con Hugo, Mire?
—Bien, bueno... —dudó. —Como siempre, mejor ser amigos, yo con él ya me he rendido —añadía. —Por cierto, Mimi está allí ¿La has visto?
Un intenso cosquilleo recorrió mi estómago, con tan sólo escuchar su nombre.
—No ¿dónde? —pregunté girándome.
Y antes de que me hubiese respondido Mireya, ya la encontré en el grupo de al lado, tenía un trozo de queso en su mano, vestía ropa deportiva como casi siempre, y hablaba animadamente con su madre.
Se dio cuenta de que la miré y me devolvió la mirada, alzando su mano saludándome. Yo también levanté mi mano, un tanto lenta, y un tanto torpe, ya que no me esperaba ese gesto por su parte.
Y automáticamente, le sonreí.
"Ay Dios, que se ha levantado y viene hacia aquí"
"Tranquila Miriam, no te va a comer, parece que viene de buenas"