9. Decisiones

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"Mi abuela Rosa ha fallecido".

Fue el primer y reincidente pensamiento que llegó a mi cabeza, desde primera hora del día.

Lucía ya no estaba en casa, se había ido al instituto dejando el desayuno en la mesa y el tostador encendido. En otra ocasión, le hubiese enviado un audio quedándome agusto, pero se libró, esa mañana me podía la tristeza.

Llamé a Nerea y quedé para comer con ella, me apetecía verla y contarle lo ocurrido, al fin y al cabo, fue la única persona de mi entorno que vivió, a pesar de estar lejos, mi historia con Mimi.

Tomamos el menú del día en Ginos, un restaurante italiano de Nuevos Ministerios, dónde ponían una pasta que le pirraba a Nerea.

—Entonces, ¿estás dudando si ir o no a la misa de tu abuela, por miedo a encontrarte a Mimi? —preguntaba ella, confirmando que había entendido mi trabado discurso.

—Más o menos —afirmé, moviendo mi cabeza.

—Miriam, yo creo que deberías ir, por tu abuela simplemente, y dejar a un lado el tema Mimi —me aconsejaba sonando muy coherente.

—Ya, sería lo suyo... pero es que Mimi es sinónimo de Huétor Tajar, volver allí, es cómo volver a Mimi, ¡vaya a lo que vaya!

—Todavía recuerdo cuándo me llamaste escandalizada, diciéndome que te gustaba una chica y que os habíais besado —habló, mientras cogía en sus manos un trozo de pizza.

—Yo también me acuerdo —asentí, con una leve sonrisa.

—Y después, me contaste la primera vez que lo hicísteis, pero de eso no me acuerdo muy bien.

—Ufff —Suspiré. —Ese día lo tengo grabado como si fuese ayer.

—A ver, ¿me haces un recordatorio? —me pedía arqueando sus cejas curiosa. —Y así puedo entender mejor, la importancia que le estás dando a tomar la decisión.

Julio, 2011.

Tras la noche que pasamos juntas en la tienda de campaña, cómo era de esperar, nuestra relación cambió.

Durante los desayunos siguientes, hablábamos con miradas y cuándo entraba detrás de la barra para despedirme de ella, siempre caía algún beso apasionado. Por las noches, al principio, quedábamos en grupo, pero siempre nos las ingeniábamos para acabar las dos solas en el banco, con una bolsa de pipas, algo de beber, y ganas de cambiar el mundo.

Nos despedíamos en mi portal o en el suyo con besos que dejábamos crecer hasta que jadeábamos, aprendimos a ponernos a punto con las lenguas en la boca y nuestros dedos insinuando intenciones, mientras las manos no dejaban de jugar.

Pero el miedo a no saber, temor al rechazo, a no estar a la altura, a ser una inexperta en comparación con Mimi... hacían que aquellas ocasiones, acabasen en una brusco frenazo.

Vamos a ir más despacio, Mimi porfa.

Es que no estoy segura de esto, no sé dónde puede llevarnos.

Pablo todavía me habla de vez en cuándo, y yo no sé lo que siento por él, prefiero antes aclararme.

Es muy tarde, y mañana tengo que ponerme ya en serio a estudiar.

Excusas, excusas y más excusas para ponerle un alto a una Mimi, que se moría de ganas por estar conmigo a solas, al igual que yo con ella, pero como estaba cagada, procrastinar siempre se me dio bien.

Mis experiencias en el sexo en ese momento de mi vida, habían sido dos, con dos chicos diferentes y en momentos puntuales, fruto de borracheras de noches de fiestas. Eran chicos que me habían atraído físicamente, pero por los que no había llegado a sentir nada más, no los conocía más allá de saber su carrera, tener fichados a sus amigos, y saber por dónde salían, además, después de mantener relaciones con ellos, no volvieron a hablarme.

OLD DAYS (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora