Las nueve.
La alarma me transportaba desde el paradisíaco cuerpo de Mimi que tenía pegado al mío, hasta la odiosa vuelta a la rutina.
—Preciosa —susurré en su oído, haciendo unas leves cosquillas en su costado. —Es la hora.
—Hmmm —Ronroneaba. —Ven.
—Mimi me voy ya, no llego —respondí apresurada.
—¿Has desayunado? —balbuceó.
—No, no me ha dado tiempo.
—Tienes que desayunar para tener un buen día, jo —me recordaba ella, mientras bostezaba y se frotaba sus ojos somnolienta.
—No me da tiempo bonita, desayuna tú por las dos, yo me tomo allí algo —dije acercándome a su rostro.
—Eso no cuenta, teníamos que desayunar juntas —refunfuñaba con voz ronca.
—Te quiero —dije sobre sus labios tras besarla.
—Y yo —contestó, reteniendo mi cara para volver a besarme.
—¡Hablamos luego!
* * *Llegué con la lengua fuera, pero con tan sólo dos minutos pasados de las diez, Pablo ya estaba abriendo la puerta.
—Buenos días —musité.
—Hola Miriam —contestó girándose levemente para mirarme de pasada.
Me sentí mal.
Había pasado la noche y estos días con Mimi, y Pablo ¿qué? ¿cómo habría estado? ¿se habría ido de vacaciones? ¿habría conocido a alguien?
Uff lo peor de todo, era que mi principal preocupación en ese momento no era él y su estado de ánimo, sino que Mimi se centrara en mí y estuviese segura de lo nuestro.
"Mi egoísmo no tiene límites...".
"En vez de preocuparme por Pablo, sigo con ella en la cabeza".
—Mira te presento —habló, devolviéndome al momento.
—Miriam, ella es Eva, la recepcionista que comienza hoy, ya le pasé tu agenda.
—Hola, encantada, bienvenida Eva —saludé con una sonrisa diplomática.
Era una chica muy joven, apuesto que unos veinte, delgada, morena y con unos expresivos ojos marrones.
Era guapa.Tras acomodar a Eva en su mesa, me acerqué a la consulta de Pablo, antes de que llegaran los primeros pacientes de la mañana.
—¿Qué tal todo? —pregunté.
—Mal Miriam mal, no he pasado un buen verano — contestó sin mirarme, dando un par de carpetazos en su mesa.
—¿Es mi culpa? —musité con un hilo de voz.
—No quiero hablar, hasta que no tengas nada claro —respondió, colocándose la bata.
—Ya lo tengo.
—Te escucho —Hizo un gesto con su mano y alzó la vista.
Lo miré fijamente.
Era importante.
—Quiero que nos divorciemos, no es una etapa, creo que nuestra relación ya está acabada.
Se quedó estupefacto, sólo apretó sus labios, como guardando y conteniendo todo lo que tenía que decirme y aguantó el tipo.