26. Despedida III

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Al entrar la claridad abrí mis ojos despacio, y palpé el resto de la cama.

Miriam ya no estaba a mi lado.

"¿Dónde había ido?".

"¡Yo necesito mis caricias mañaneras!".

"Quiero más de ella..."

Escuché su risa de fondo, provenía del porche, dónde teníamos montado el tinglado, y se estaba riendo tras algo que había dicho Estrella, seguro que algo malo de mí.

—¡Venga dormilona! —me dijo mi madre al entrar, dándome un beso de buenos días. —Qué tenemos que llegar a Mojácar antes de comer.

—¿Y Miriam? —balbuceé.

¿Y Miriam? ¿Y Miriam? —me imitaba poniendo voz de retrasada. —¡Ay, vaya a estar media hora sin verla! —decía mi madre, mientras recogía todos mis bártulos.

—Jo mami es que me gusta mucho —confesé avergonzada tapándome la cara.

—Está fuera desayunando, venga anda ve, qué no te va a dar tiempo ni a tomar un café.

Aparecí con mi camisón en la puerta de la caravana, mientras me frotaba los ojos y bostezaba somnolienta.

Miriam me miró con una sonrisa tierna, le arrugué la nariz, haciéndole un puchero.

—¿Qué te pasa, bebé? —me preguntó, levantándose y acercándose a mí para abrazarme.

—Tengo sueño —dije ronroneando en su cuello, rodeando su cintura, y dejando algún beso detrás de su oreja, que le produjo un escalofrío.

—¡Uy! ¿Ya estáis en ese nivel de encoñamiento? ¿Ya os llamáis bebé? —exclamó Mireya al escucharnos.

Provocó que Miriam hiciese una mueca adorable de arrepentimiento, tras haber dicho esa palabra, y nos dejó a las dos sin respuesta, ya que, nosotras no entendíamos de niveles, y más, después de aquella noche.

Qué manía la de la gente con ponerle nombre y grados a todo...

Sólo tres sorbos al café me dejaron dar.

—¡Joder qué ya voy! —gruñí.

Para colmo, me iba a tocar conducir porque a Mala le dolía la cabeza de la resaca, al parecer Natalia y ella acabaron con los mojitos del Tumbao, menos mal que yo me fui relativamente pronto a la playa, a beberme otro tipo de cosas...

Vaya noche... después del refrescante baño en el mar, dormimos juntas en mi cama, una encima de la otra, haciéndonos caricias todo el tiempo...

Es que si yo decía que éramos el hechizo perfecto, lo decía por algo, era mezclarnos y hacer magia.

"Y anoche hicimos magia, fue nuestra noche, y ahora, sólo tengo más ganas de ella..."

"Y... ¡Bingo! tengo la suerte de tenerla otro día para mí".

Miriam pidió ir delante, porque la carretera era de curvas.

—No me obliguéis a ir detrás en esa carretera porque es que me mareo, yo con las curvas me pongo cómo si me montara otra vez, en aquella atracción de feria —explicaba mientras subía al coche. —¿Cómo se llamaba?

—¿La olla? —dijo Mireya que iba en nuestra caravana esta vez.

—¡Esa! —afirmaba la Leona.

—¿Te acuerdas, cuándo te obligamos a subir? —recordé divertida.

Aquello fue épico.

—Cómo olvidar... —masculló ella.

—Me acuerdo que vomitaste el algodón de azúcar que te habías comido, nada más bajar, justo la delante de la taquilla —añadí, descojonada al recordar ese momentazo.

OLD DAYS (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora