24. Despedida I

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Mimi había dicho por el grupo que los que íbamos a ir en la autocaravana que salía de Madrid, estuviésemos en la estación de Méndez Álvaro a las diez.

Por tanto a las diez menos diez, allí plantada como una idiota, ya estaba yo dando vueltas por la estación de autobuses, haciendo tiempo.

Escribí por el grupo, por si alguien más, había llegado. Sin respuesta.

A las diez y cuarto, la tal Natalia a la que no conocía aún, contestó diciendo que ya estaba también. Pero no fue hasta las once menos veinte, cuándo:

Mimi:

Venid para el aparcamiento que hay junto a los taxis, estoy aquí con Mala!

Me dirigí hacia allá, Mimi estaba atenta a las explicaciones del chico responsable de contarnos el funcionamiento de semejante bicho, Mala, me sonrió al verme, dándome un par de besos y me presentó a Natalia.

—Natalia, Miriam, Miriam, Natalia.

Era una chica de pelo negro, media melena, alta y delgada, lucía varios tatuajes en su cuerpo y algún piercing, dándole un aspecto moderno y alternativo, además de cara, era muy guapa.

—¿Tú eres de Huétor? No tienes acento —le pregunté.

—Nací allí, pero no he vivido nunca, sólo voy en vacaciones, tengo familia por allí —me respondió amable.

—Ah, yo igual —asentí.

Con un ¿tenéis alguna duda? y una respuesta general negativa, se despidió el chico del alquiler de la caravana, y nos dejó solas ante el peligro.

—Hola Mimi ¡eh! —le dije, mientras soltaba mi maleta en el maletero.

Me fijé que cómo novedad llevaba un flequillo ligeramente abierto por la parte central, el pelo largo, labios rojos y un mono de rayas de colores muy veraniego.

—Hola Miriam, ¡qué no te he dicho nada, con las prisas! ¿Qué tal? —contestó, dándome dos besos rápidos, antes de subirse al mando de la autocaravana.

—¿Quién se pone delante conmigo? —preguntó la rubia, de forma general.

—¡Yo porfi! —pidió Natalia sonriente, levantando su mano.

Me había quitado la palabra de la boca la morena, así que, Mala y yo, tuvimos que viajar en la parte trasera.

Había dos literas, una cocina pequeña, y un mini salón, que juzgando el tamaño de su mesa y de las sillas, me entraron ganas de coger mis muñecas y ponerme a jugar a las casitas.

Había de todo, pero todo mini.

Estaba todo perfectamente encajado y en el tamaño justo para ser funcional, contaba con nevera, armarios de cocina, un pequeño espejo... Nunca me imaginé que una caravana pudiese tener tantos detalles, y tantas comodidades a la vez.

Tras un intento fallido, arrancamos.

No entendía como Mimi se había atrevido a ofrecerse voluntaria para conducir, aquello tenía un volante tan grande como el de los autobuses, y el viaje era de siete horas.

¡Próxima parada Tarifa! es lo que puso cómo título Mala, en una foto que subió a su Instagram, cuándo abandonábamos Madrid.

—Al final hacemos dos noches en Tarifa y una en Mojácar ¿no? —pregunté, mientras la morena y yo, destripábamos curiosas cada detalle del interior del transporte.

—Exacto, y el domingo de vuelta a Madrid —me respondió Mala.

—Oye, ¿y al resto ya las vemos en Tarifa no? —me interesé.

OLD DAYS (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora