Una chica angustiada y nerviosa nos esperaba en la puerta de la clínica, con un peludo perro labrador canela herido, al que le habían mordido en el parque minutos antes, así que, no pudimos perder más tiempo, y sin discusión alguna, Pablo y yo nos pusimos manos a la obra, trabajando con una coordinación que no lográbamos desde hace mucho tiempo. El perro salió bien de la operación, aunque debía permanecer allí unas horas, hasta que se le pasara el efecto de la anestesia.
—Seguimos siendo un buen equipo —añadió mirándome de reojo, cuándo estábamos finalizando con éxito la intervención.
—Yo nunca he dicho que haya tenido problemas trabajando contigo.
—Ya, lo mejor de todo, es que ni problemas en el trabajo ni en casa, sólo ha sido esa cantante la que lo ha estropeado todo.
—No es el momento —finalicé, quitándome mis guantes.
Y menos mal, que Eva entró de forma inesperada para romper aquella tensión, porque vi que él tenía ganas de insistir.
—Miriam, ha llegado el chico de la iguana que tenía cita para ahora —me informaba.
—Voy —dije rápido, volviendo a mi consulta. —Dale tú el parte de la intervención a la chica que está esperando fuera —indiqué a Pablo.
Tras haber atendido a la iguana, Eva golpeaba mi puerta.
—Miriam ha vuelto la chica del otro día, Lola Indigo.
—¡¿Mimi?! —escupí con los ojos abiertos y sin pensar.
—Sí ella, pero ahora viene con un pez, dice que lleva unos días notándolo triste, y que quiere que lo revises tú —me informó Eva, esbozando una mueca de desconfianza, y a la vez de desconcierto.
—Bfff está loca... —bufé llevándome las manos a la cabeza, mientras un intenso cosquilleo me recorría.
—Escúchame Eva, dile que pase, pero avísame si Pablo sale de su consulta, no quiero que vuelva a pasar... ya sabes...
A los dos segundos, entraba radiante con un traje estampado rosa de peces, su sonrisa, su pelo rubio liso y mi día y mi corazón dieron un vuelco.
—Holi doctora —saludaba con una redonda pecera entre sus manos, haciendo una mueca adorable.
—Hola —musité, poniendo una cara blandita al verla aparecer por allí.
Dejó la pecers rápidamente en la mesa y se lanzó efusivamente a mis brazos.
Sólo habíamos estado un día sin vernos, pero por el reencuentro tan fogoso que tuvimos, parecía un mes.
Sonreíamos según nos acercábamos la una a la otra, los labios se nos humedecieron, mi corazón se desbocó cuando la tuve pegada a mí y el cosquilleo fue creciendo en mi estómago, cuándo sentí que me agarraba la cara y estaba dispuesta a besarme.
Nos besamos desesperadas, con muchas ganas, su lengua, su saliva... de nuevo mezcladas con la mía, era la única forma de aliviar ese cosquilleo, ese deseo contenido.
—Shh shh despacio, no quiero que se vuelva a repetir lo del otro día —dije jadeante poniendo mi dedo índice sobre sus labios, mientras no me despegaba de su cuerpo.
—Preciosa —Y volvió a besarme, pero ahora en mi frente, en mi sien y de nuevo en mis labios.
—¿Porqué no me has llamado? —le pregunté en un susurro.
—Porque he tenido un descanso y he aprovechado, no aguantaba más —explicaba sin soltarme masajeándome mi trasero.
Era indomable.