En la puerta de embarque con destino Colombia, llegó una notificación interesante a mi teléfono.
Despedida Mireya 💃
Mala: Hola chicas! He creado el grupo para organizar alguna sorpresa para la despedida de soltera de nuestra novia!!
Os presento, Miriam, a parte de Mamen, Mimi, Inma y Estrella que ya las conoces del pueblo, están en el grupo dos amigas más: Julia y Natalia.
Si hay que meter a alguien más, me decís, y quiero ir escuchando ideas!🥳
¿¡¿MIRIAM?!?
¿Miriam en el grupo de la despedida?
Tres segundos tardé en localizarla, fue muy fácil, ya que era el único número que no tenía guardado. Me metí rápidamente a curiosear en su perfil. Una foto de ella de espaldas en una playa y un simple punto como frase de estado.
Había poco que ver.
—Pon ya esto en modo avión, jefa —me decía Mónica, dando un manotazo a la pantalla de mi móvil, y dando el stalkeo del perfil de Miriam por finalizado.
Nabález uno de mis actuales mejores amigos y colaboradores de mi disco, junto a Mónica, una de mis chicas inseparables, me acompañaban en este viaje de tres días a Colombia. Tenía que cerrar una nueva colaboración, y hacer algo de promo del disco por un par de programas de televisión, así que el motivo del viaje me mantenía la sonrisa. A parte, me había venido genial, me apetecía desconectar de España, y de Madrid en concreto, por unos días.
Despegamos.
Agarré mi bolso, cogí mis auriculares, mi antifaz y les dije adiós a estos dos, todo lo que pudiese descansar en el tiempo de vuelo, era bienvenido.
Llevaba un par de horas aproximadamente, durmiendo de forma profunda, cuándo un agitado movimiento me despertó, me levanté el antifaz rosa purpurina y con los ojos entreabiertos, pregunté a Nabález que iba a mi lado:
—¿Qué pasa?
—Hará viento no sé, es imposible dormir —gruñía algo cabreado, cambiándose de postura, varias veces seguidas.
—¡Joder! —exclamaba Mónica derramando parte del café que cargaba por el pasillo, debido a la última sacudida que había dado el avión.
La azafata le llamó la atención por estar pululeando por ahí y salpicando café, así que tras obligarla a sentarse, le estaba indicando que se pusiera el cinturón, cuándo un anuncio por megafonía, nos informó:
—Estimados pasajeros; al habla el comandante Alonso. Estamos sobrevolando una zona de turbulencias que nos va a obligar a modificar nuestra altura. Es incómodo, pónganse los cinturones de seguridad y manténganse en sus asientos. Lamentamos las molestias.
Miré a Mónica, que me hizo una mueca de terror con su labio inferior. A Nabález en cambio, parecía no importarle.
—Pfff seguro que llegamos con retraso —apostaba él, mirando el reloj.
—Mientras lleguemos —añadí, con un hilo de voz.
Dos minutos más tarde una sacudida más brusca que la anterior, me robó una exclamación, haciendo que me agarrara con fuerza a los posabrazos del asiento.
—Tía, esto no son turbulencias, nos estamos yendo a la mierda, esto se está rompiendo y nos están engañando —opinaba Mónica, tan optimista cómo siempre. —Ya me estoy imaginando saliendo en las noticias.
—¡Calla loca! —exclamé, abriendo mis ojos.
De nuevo el aparato descendió unos metros de golpe, y a los segundos unos cuantos más aún, y sin ningún tipo de suavidad.