A las ocho de la mañana entrábamos en Barcelona, y todavía no había pegado ojo. Llevaba más de 24 horas despierta y no era capaz de notar el cansancio en mi cuerpo. Seguramente, la rabia, el dolor, la impotencia que sentía, lo estaban eclipsando.
¡Puta Miriam!
Sesión de peluquería, después maquillaje y ronda de entrevistas por las radios catalanas.
Saludos. Sonrisas. Bromas. Agradecimientos a fans que se acercaban a las grabaciones en las distintas emisoras de radio. Periodistas con preguntas estúpidas, preguntas repetidas y alguna que otra interesante, que bien me hacía reflexionar, o que me hacía soltar una carcajada.
Y en eso consistió mi interminable mañana, creía que se habían estropeado todos los relojes de Cataluña, porque no llegaban las tres de la tarde en ninguno de ellos
Eché un vistazo al móvil en el Cabify ya de vuelta al hotel: Mala, mamá y asuntos de la discográfica.
"Uff, mejor después" procrastiné.
Casi a las eran las cuatro, cuándo llegué, las chicas ya habían comido y la mayoría estaban en sus habitaciones o en la piscina, menos Mónica que aún estaba en el restaurante.
—¿Me estabas esperando? —le pregunté extrañada.
—Ya sabes que soy la que come más lento, pero sí, quería asegurarme de que seguías viva y no habías muerto de sueño, en la mesa de alguna emisora de radio —respondió simpática.
Sonreí levemente.
—Para tu sorpresa, no tengo sueño, es más, creo que voy a comer y me iré a la piscina hasta la hora del concierto.
—¡Mimi eso no lo puedes hacer! —se imponía la morena.
—Es que no tengo sueño, estoy activada no sé... es raro.
—¡Ay ay, eso es Miriam, que te tiene todavía agitadita! —me contestó con gracia.
La maté con la mirada.
—Ni me la menciones —añadí.
—¿Ya te la mencionas tú sola en tu cabeza, no? —me pinchaba.
Sonreí con cara de asco, y le enseñé mi dedo corazón.
—Oye, Miriam tal y cómo me contaste ayer, lo hizo fatal, al desaparecer de repente de tu vida, pero para que te enamoraras de ella, algo bien haría ¿no?
—Hmm estaba buena y follaba bien sí —dije sin darle importancia, mientras echaba un vistazo a la carta.
—¡Venga Mimi! ¡no te creo! te enamoraste locamente de ella, algún recuerdo bueno tendrás ¿no? —insistía mi amiga, metiendo el dedo en la llaga.
—Tengo muchos buenos Mónica, pero si te los cuento todos, soy capaz de olvidarme de lo malo, cogerme un avión a Madrid, buscarla y estamparla con la primera pared que encuentre, para comerle la boca y lo que no es la boca, también.
—¡Halaa! —respondía Mónica seguida de una risotada. —Bueno cuéntame uno sólo, tranquila que, si te da la picá cómo tú dices, yo vuelvo a recordarte lo malo.
Agosto, 2011.
Llegamos al ecuador de agosto, ya no hacía tanto calor en el pueblo, cómo la gente de fuera se imaginaba, el mes de julio, que era el malo realmente, había pasado. En agosto, ya empieza a abrir el cielo a brisas agradables y frescas, aunque siga haciendo un sol espléndido, así que, pensé que hacía el día perfecto, para hacer un plan diferente con ella, con Miriam.