Hay momentos tan perfectos, que suben tan arriba que es imposible que puedan mantener el vuelo y cuando caen, nunca lo hacen de pie. Esa fue la sensación general que me acompañó durante todo el día, desde que abrí los ojos en la cama de Mimi.
No la encontré junto a mí, me incorporé, miré la hora y escuché la cisterna del baño. Aproveché para vestirme a toda prisa, impulsada por una cascada de remordimientos, que taladraban sin descanso mi cabeza.
—¿Te he despertado? Es que no aguantaba más, me estaba meando y me tenías ahí aprisionada —comentaba Mimi entrando en la habitación, con una camiseta ancha estampada cómo única prenda.
Tenía que recordar en mi cara, que me he abrazado a ella como un koala, porque sino lo dice, no es Mimi.
—Mimi me voy —contesté apurada.
—Ya, ya veo —musitó algo cortada, al ver cómo cogía mi bolso y me ponía mis zapatos embalada.
—Tranquila ¡eh!, qué no te voy a secuestrar.
—Lo sé, pero son casi las diez y tengo que volver a mi casa.
—Obvio —dijo haciendo un gesto con su mano.
—Gracias por la cena, ya hablamos para lo de Mireya —balbuceé nerviosa, tras mirarla de pasada, mientras revisaba palpándome la chaqueta y haciendo un recuento mental de que no me dejaba nada allí.
—Venga, ahora viene la pregunta que a mí me hacen todas, pero que en esta ocasión, te la voy a hacer yo a ti —habló, saliendo de la habitación detrás mía. —¿Me llamarás?
Levanté mi vista, me giré.
Me encontré con ella.
Tragué saliva, con cara de susto.
"Ay Dios... ¿qué quieres decir con eso Mimi?"
"¿Cómo voy a responderte estando casada? ¿Qué se responde a eso, cuándo tu marido te espera en casa?".
—¡Es broma Miriam! ¡Te lo decía, porque es lo típico que se dice en estas circunstancias post-polvo!
Sonreí forzada, e incómoda.
Post-Polvo.
—Es cómo el típico ¿estudias o trabajas? en la primera cita, o el ¿qué buscas? que se pregunta siempre en tinder —proseguía, en un tono dicharachero y relajado.
—Lo he entendido —dije parándola, porque sino veía que me abría allí el archivo de topics, dándome información indirecta, que prefería no tener. —No hace falta que pongas más ejemplos.
—Vale, vale —Dio un manotazo al aire.
—Bueno, dejando a un lado la broma, seguimos en contacto por lo de Mireya —concluí, ya a un paso de la puerta.
—Okeeeei —añadió, aparentemente conforme, acompañándome hasta la puerta y levantando su mano como despedida.
Tuve suerte y cuándo llegué sobre las diez de la mañana, no había nadie en casa, era raro. Siendo domingo y tan temprano, pocos lugares o pocos planes se me ocurrían, en los que ubicar a Pablo.
Pero agradecí no saber nada de él en un buen rato, porque así tuve tiempo de darme una ducha y desplomarme en el sofá.
"Mimi, preciosa".
Cerraba los ojos unos segundos y la veía sonreír, me perdía de nuevo en sus hoyuelos y en el calor de su cuerpo.
"Dios... me habría quedado todo el día entre sus brazos y con sus piernas enredadas a las mías."