Miriam me había dejado KO, tanto, que estuve hasta las cuatro de la tarde durmiendo, parecía haberme chupado toda la energía esa leona.
Me desperecé en mi cama, con una sonrisa en mis labios porque las sábanas todavía olían a ella, hacía una excelente temperatura en Madrid, tenía la tarde libre y la nevera llena.
¿Qué más, podía pedir?
Cogí unas galletas Oreo y batido, y volví a mí habitación, abrí el ventanal y mientras comía me quedaba empanada, mirando pero sin ver, en realidad, aquel paisaje urbano, ya que, mi atención estaba en otra parte.
"Se ha ido rayada, normal, está casada, pero es que, ¿a quién coño se le ocurre casarse en pleno 2019?".
"¡Si ya nadie se casa!".
Pero claro, es que hablamos de Miriam, a la que cualquier día, le dan un premio a vida modélica del año, y la cuál, siempre ha sido una calculadora con patas.
Pues aunque suene mal, tras percibir que se ha ido algo preocupada, yo me siento bien.
"¿Y quien no se sentiría bien, después de semejante... ?".
Bueno, ya de verdad, volviendo a lo importante, me sentía tranquila conmigo misma, porque vaya peso, me había quitado de encima.
Es que, ¡qué placer! ¿verdad?, había conseguido quitarme ese odio y esa rabia que tenía contenida contra ella. Pensaba en Miriam, y ya no sentía esa punzada en el pecho recubierta de ira. También influía seguramente, que me acababa de provocar los mejores orgasmos en lo que iba de año, y que la muy cabrona, tenía el cuerpo y la cara mejor esculpidas de la ciudad.
Pero obviando la noche apasionada, había sido cómo soltar una envenenada carga, quitarme una espinita incrustrada, así que, creo que por fin, había dejado atrás ese episodio de mi vida y por fin, tenía un buen recuerdo actual, relacionado con ella.
"Y menudo recuerdo nuevo, me ha dejado la colega..." pensaba, cerrando mis ojos, para imaginarla frente a mí.
Qué guapa es, Dios.
Sus ojos color miel, tan vivos y despiertos, sus pestañas, la línea de su mandíbula...
Uff ya me estoy poniendo mala otra vez...
¿Me puedo casar por la iglesia, sólo con su barbilla?
Dios es que me estoy poniendo muy mala... Tanto que, ya tenía mi mano entrando, y acariciando suavemente la parte más sensible de mi sexo, cuándo escuché la voz de Mala.
—Hola, hola ¿quién vive? —saludaba, entrando al piso acompañada de un par de maletas, que rodaban de forma ruidosa.
—¡Ey Mala Rodríguez! ¿Qué tal el festival? ¿Lo petaste cómo siempre no? —dije, dando un salto de mi cama, y yendo descalza hacia el salón.
"Miriam, nos han interrumpido, esta noche lo volvemos a intentar".
—Aquí huele a noche loca, tú un domingo en casa, y aún en pijama, huele a que tienes una resaca de las que no se van con ibuprofeno —objetó.
—No tengo resaca, si sólo bebimos vino.
—¿Bebimos? —Frunció el ceño.
—Ha estado Miriam aquí esta noche —respondí con una sonrisa tonta, mordiendo mi dedo índice.
—Uhhh espera entonces, que me doy una ducha y ahora me cuentas en la terraza mientras tomamos algo, que eso va para largo.
Al rato, mi compañera y amiga del alma y yo, tomábamos un aperitivo y un par de cervezas en la terraza y la ponía al día de los detalles de última hora.