Es curioso como irrumpe la gente en nuestras vidas, hace un mes Mimi ya no existía, era un remoto recuerdo en mi cabeza y ahora, volteo la cabeza con los ojos cerrados apoyada en el asiento del metro, y una sacudida me recorre, simplemente cuándo pasa alguien, que huele parecido a ella.
Mi encuentro con ella la semana pasada tras el concierto, me había dejado quebraderos de cabeza para toda la semana. Era horrible la sensación en mi pecho al recordar dolor en sus ojos , su furia, su odio...
Sin quererlo, sin pretenderlo, aquel reencuentro y el hecho de no poder quitarme a Mimi de la cabeza, ni antes, ni después de él, había hecho efecto dominó en mi vida, hasta llegar a una ficha llamada: Pablo.
Soy una chica de costumbres, de ideas fijas, él se adaptaba bien a eso, respetaba mis manías, soportaba mi obsesión por el orden, y al menos una vez al mes solía tener algún detalle conmigo.
Los miércoles teníamos la costumbre de ir al cine, cenar fuera, y tomar alguna copa para romper con la rutina de la semana, y después al llegar a casa, un revolcón rápido y hasta el sábado por la noche, que era cuándo solíamos volver a hacer algún plan juntos, a veces era probar algún restaurante de moda, otras ir al teatro, también solíamos invitar a alguna pareja de amigos a casa...
Pero el miércoles pasado me quedé en mi casa por el cumpleaños de Lucía, el sábado después del concierto, fingí un dolor fuerte de cabeza, ante el que Pablo se alarmó queriéndome llevar a urgencias, ya que era bastante extraño que el dolor fuese tan fuerte, que me hiciera llorar durante horas.
Y este miércoles... contra todo pronóstico, tuve que hacerme la dormida.
"¿Qué te está pasando Miriam?"
"¿Es la culpa?"
"Joder, pero es Pablo, es tu marido".
Normal que comenzaran sus quejas, no me había sentado de forma oficial para preguntarme qué me pasaba, pero, sí había ido soltando algún que otro comentario:
—Me tienes a dieta, y ha sido sin consultarme.
—Ya ni el miércoles ni el sábado, vamos a tener que reorganizar el cuadrante.
—Me voy a la cama sin ver acabar la serie, para estar contigo y te encuentro en el quinto sueño...
* * *
En la clínica empezaba a haber trabajo, afortunadamente, cada vez eran más, los clientes que nos confiaban a sus mascotas. Así que, antes de que abriésemos, antes de entrar en la vorágine del miércoles que me esperaba, decidí ir al gimnasio, para poder afrontar el día con la máxima energía y el menos estrés posible.
Antes de salir de casa le dejé una nota a Pablo:
Cariño, voy al gimnasio, llegaré algo más tarde de las diez, te encargas de abrir, se puntual, por si hay alguien esperando en la puerta.
Te veo luego!
Las puertas de cristal del gimnasio se abrían, dejaba mis cosas en la taquilla, y miraba atenta el planning de clases por si me interesaba alguna, que comenzara a las nueve.
GAP (glúteos, abdominales y piernas), fue mi elección, miré el reloj, las nueve y tres minutos, si corría llegaba a tiempo.
Subí las escaleras, entré en la clase, el profesor desde la tarima me indicó que cogiese una esterilla. La cogí, y cuándo levanté la vista, para elegir sitio dónde extender mi esterilla, mi corazón dio un vuelco.