39. El loco y el lobo I - Micah

349 91 28
                                    


Micah - Philladelphia
Fábrica abandonada, 03:50am


Tras separarse de Nevent y en lo que este se dirige a hablar de nuevo con Nikolas, el muchacho se acerca a nosotros de forma dudosa y me dirige un gesto sutil. No es una sonrisa; es el esbozo de una, y de alguna forma sé que sus intenciones no son malas, aunque Nevent se mostró receloso con la idea de tenerle cerca de nosotros. 

—Y a ustedes... ¿qué les ha pasado? —pregunta Caleb, sentándose cerca de nosotros, contra la pared.

Me muerdo los labios, inseguro sobre si debería contarle las circunstancias por las que estamos aquí. Hasta donde sé, Caleb puede haber sido traído por la misma razón. Puede que Nevent lo haya encontrado en las calles mientras buscaba al lobo y lo esté refugiando aquí antes de que sea seguro llevarlo de vuelta con su familia, pues la bestia que los atacó puede que siga suelta. Me decanto por darle la respuesta más simple a su pregunta.

—Nevent nos encontró hace poco. No teníamos sitio a donde ir, así que insistió en que nos quedásemos hasta que encontremos uno.

—Lo hice, pero esto no es un hotel —interviene aquel, acercándose también a nosotros—. Caleb, puedes quedarte aquí; pero vais a tener que ocuparos de conseguir vuestra propia comida a partir de ahora. Podéis ir y venir como os plazca; pero lo haréis bajo vuestro propio riesgo. Ya sabéis cuales son los riesgos. Los tres —dice, dirigiéndose a Caleb.

—¿Volverás a irte? —pregunto a Nevent. Y no puedo pasar por alto la mirada que arroja a Caleb. Intercambian un breve contacto visual hasta que el segundo baja la cabeza, y Nevi responde.

—No por ahora. Primero tengo que hacerme cargo de algunos asuntos. Están de suerte, polluelos, mami gallina se queda —dice, pasando a acomodarse encima de unas cajas y sacar el cuchillo de su cinturón para ponerse a limpiarlo—. Los honraré con mi compañía por un par de noches. De paso me aseguro de que Nee no se coma a ninguno de ustedes Parece que le ha atacado un antojo un poco peculiar por hoy.

Caleb se estremece quitándole la vista. Pestañeo sin comprender. En ese instante, el hombre rubio, quien parece completamente ajeno a la conversación, se yergue sobre su silla de escritorio y estira los brazos con fuerza, bostezando ruidosamente.

—Voy a dormir un par de horas —anuncia, más como si hablara para sí mismo. En ese instante se gira para vernos y tuerce una sonrisa que no parece cargar ningún tipo de alegría—. Si cuando despierte descubro que hay algo en mi escritorio fuera de su sitio, van a rodar un par de cabezas.

Y tras decir aquello, se retira, rascándose la nuca, camino a la oscuridad del pasillo. Nevent bufa, y luego nos echa un vistazo:

—Me sorprende lo bien que se lo está tomando —dice, omitiendo el hecho de que es la segunda vez que amenaza con matarnos, desde que estamos aquí—. He convertido su refugio en una guardería.

—¿Cuál es tu relación con ese sujeto? —pregunta Caleb de pronto.

Nevent chasquea la boca:

—Es un conocido de hace algún tiempo. Mantiene un pequeño... negocio. Y soy un cliente frecuente.

Caleb no parece querer indagar más en ello, pues tuerce un gesto y se encoge de hombros. 

—¿Seguro que está bien que nos quedemos? No parece muy... estable.

—Sorprendente, Sherlock —dice Nevent, sin quitar la vista de su cuchillo, que examina ahora a la luz del foco del techo—. Pero, dime ¿tienes una mejor idea?

—No —suspira Caleb—. Pero... ¿no te da miedo... dormir cerca de él?

—Si no lo molestas, es bastante inofensivo. —Nevent enciende un cigarrillo y cuando el extremo brilla con un tono ambarino, le da una profunda calada—. Tranquilízate. Confío en él.

—Si tú lo dices... —dice Caleb, mirándole de forma suspicaz.

Nevent aparta la vista de las vigas del techo, allí en donde esta había estado revoloteando mientras aspiraba el cigarrillo, observando las volutas del humo perderse en ellas, y voltea para mirar a Caleb de forma inquisitiva.

—¿Tienes algo que decir, Spike?

—Nada —masculla Caleb.

—Escúpelo, anda. Te dije que no habría secretos entre nosotros.

Caleb duda, indeciso.

—Bueno... tú y ese tipo... ¿tenéis alguna especie de... rollo?

Nevent se quita el cigarrillo de la boca y se le cae la mandíbula. Entonces se tambalea para enderezarse sobre las cajas, tan repentinamente, que siento que está a punto de caerse. Yo los miro a ambos con atención, en espera de alguna explicación, sin comprender del todo a qué se refiere Caleb.

—¡Oye...! —está a punto de decir Nevent, pero entonces nos quedamos los tres en silencio cuando Abel despierta de un salto, irguiéndose a mi lado, respirando agitadamente.

—Abel... —susurro cerca de su oído para hacerle saber que estoy con él, empezando a acariciarle la frente.

Mi hermano voltea para verme, con los ojos dilatados de miedo. Jadea alterado unos instantes, pero tras unos segundos se calma y al advertirme cerca hunde la frente contra mi pecho. Le acaricio la cabeza por otro largo rato.

—Tranquilo... Fue un mal sueño, Abel. Todo está bien...

Nevent parece haber olvidado el comentario de Caleb, pues vuelve a acomodarse mirando a Abel:

—¿Copo de nieve... tiene pesadillas muy a menudo? —pregunta mirándole con lástima, a lo que yo asiento.

Caleb lo observa con una ceja en alto.

—¿"Copo de nieve"?

—Copo de nieve y Whitey —dice Nevent, refiriéndose a mi hermano y a mí. 

Caleb parece desconcertado. La verdad es que yo también lo estaba en principio, pero en cierto modo el que Nevent nos trate con tal familiaridad me hace sentirme menos ansioso al confiar en él.

—¿A qué vienen tantos sobrenombres?

—No sé de qué hablas, Spike —responde Nevent con una sonrisa que por alguna razón que desconozco, consigue contagiarme...

Caleb menea la cabeza, pero no luce enfadado. Es extraño... estoy con la guardia completamente baja. Es la primera vez que me siento tranquilo frente a personas desconocidas. La primera vez que siento algo parecido a estar... en familia.

Abel se calma y mira a su alrededor. Se encoge en su sitio cuando ve a Nevent como ha estado haciendo desde que le conocimos, y entonces voltea a ver a Caleb y aguardo para ver cuál será su reacción al ver a otro extraño. Espero que se asuste o que busque mi costado como siempre, pero en cambio se lo queda mirando por un rato largo con curiosidad.

Caleb le mira igual de extrañado; imagino que por el color inusual de sus ojos. Abel no para de observarlo, como si le analizara. Caleb se mueve incómodo. Estoy a punto de reprender a Abel por sus malos modales, pero entonces mi hermano busca mis ojos, dubitativo.

—Él es Caleb —le digo.

—Y más vale que te acostumbres a él, Copo de nieve. Estará aquí un tiempo, igual que ustedes  — le advierte Nevent, y Abel vuelve a actuar como siempre, refugiándose contra mi costado.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora