20. La mejor almohada - Byron

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Byron – Philadelphia

Fábrica abandonada – Nov 22:15pm


Regreso a la sala que se ha convertido en habitación y me encuentro con que todo el mundo está dormido. Micah y su hermano Abel duermen abrazados en un colchón, Cassie ocupa el segundo junto a Keeper, que levanta la cabeza al sentirme, se levanta y me da la bienvenida restregando su lomo contra mis piernas, y Caleb se acuesta en el único que queda libre. Me apresuro a darle un par de caricias en la cabeza a mi perro antes de que haga algún ruido que pueda despertar a los durmientes, pero entonces escucho una voz en la quietud.

— ¿Byron?

Es Cassie, que me llama en susurros. La veo entreabrir los ojos, con cara de dormida, a la luz del fuego. Avanzo hacia ella.

— He reconocido tus pisadas – me dice, orgullosa, aunque con voz de dormida.

— Ssh, vuelve a dormirte – le digo.

Me siento en el suelo junto a su colchón y apoyo la espalda en la pared. Ambas superficies están frías y húmedas, y me provocan un fuerte escalofrío que no puedo evitar contener. Suspiro y me miro la mano. La sangre reseca ya se ha desprendido, pero las magulladuras siguen ahí, aunque ya no me duele. Lo hago inconscientemente, mientras mi mente se pierde en toda la nueva información que me ha llegado, y pienso en cómo tendré que enfrentarme a todo mañana, en cómo le diremos a Nevent lo de Chris y en si a raíz de eso nos echará, especialmente cuando, ahora, nos interesa quedarnos, si es cierto que ese maldito vampiro volverá a por más virotes de esa ballesta especial. Todavía no me creo que ese Nikolas pudiera hacer eso. Hago tremendos esfuerzos por evitar que la rabia vuelva a corroerme por dentro.

— ¿Te sigue doliendo la mano? - me pregunta entonces Cassie, en susurros, sacándome de mis pensamientos.

— No – la tranquilizo. — Duérmete.

Ella asiente una vez y se gira para darme la espalda. Pienso que se dispone a dormir, pero su voz susurrante rompe el silencio una tercera vez.

— Míralos – me dice entonces, con su voz teñida de ternura.

Entonces caigo en la cuenta de que está de frente a Micah y Abel. Ambos hermanos duermen juntos en el mismo colchón. El mayor tiene su brazo envolviendo protectoramente el cuerpo del pequeño, que entrelaza sus pies con los suyos, y la respiración de ambos parece una sola. Su curioso pelo blanquecino destella ante la luz de la hoguera.

— Son muy monos – comenta.

— Sí... – concuerdo, con un suspiro. — Venga, duérmete ya.

— ¿Tú no duermes? — pregunta ella.

— Lo intento, pero no dejas de hablarme.

Cassie gira su cabeza hacia mí y me contempla con los ojos entrecerrados.

— ¿Ahí sentado en el suelo? Anda, ven.

Levanta el brazo llevándose con él la manta, ofreciéndome un hueco debajo de ella, a su lado, sobre el viejo colchón. La miro.

— No hace falta, Cassie... — empiezo.

— Que vengas – insiste ella.

Suspiro, pero no puedo evitar esbozar una pequeña sonrisa. Me incorporo lo justo para quedar en cuclillas y me deslizo hasta quedar sobre el colchón, a su lado. Es un poco pequeño para los dos, pero al menos la manta me tapa los pies. Noto la espalda de Cassie contra mi pecho, y aspiro su aroma. Creo que es la primera vez que la tengo tan cerca. Ahora que estoy tumbado, por primera vez en todo el día, más cómodo que cuando estaba sentado, siento cómo el cansancio se apodera de mí y los ojos se me cierran. Noto a Cassie moverse delante de mí, dándose la vuelta hacia un lado y hacia el otro. Cuando creo que estoy a punto de dormirme, la oigo bufar.

— Byron.

— ¿Mm?

— Ha sido una mala idea – dice en susurros, haciéndome abrir los ojos. — Eres muy grande y ocupas todo el colchón. Mejor vete.

Suspiro sonoramente, con paciencia y exasperación.

— Jodeeeer, Cassie...

Me dispongo a levantarme, pero la escucho reír.

— Es broma.

Noto su pequeña mano que me sujeta la mía, invitándome a quedarme. Vuelvo a acostarme, y contemplo su rubia coronilla enfrente de mí. La niña se gira en mi dirección. Tiene los ojos cerrados y una expresión de paz en el rostro.

— Así se está bien – susurra. — Me das calor.

La miro. De repente, es como si no pudiera dejar de mirarla.

— Ojalá tuviera una almohada... — murmura ella.

— Levanta la cabeza – le indico.

Ella abre los ojos un instante para mirarme dubitativa, pero lo hace, y yo alargo mi brazo izquierdo pasándolo por debajo de su cuello, para que pueda apoyarse en él.

— ¿Te sirve? — pregunto.

Ella sonríe y me mira directamente a los ojos.

— Eres el mejor.

Y vuelve a cerrarlos. No sé cuanto tiempo me quedo mirándola pero, para cuando quiero darme cuenta, se ha dormido. Es entonces cuando mi cuerpo vuelve a notar el cansancio, y me duermo. Y por primera vez en muchos meses, a pesar de estar sobre un colchón viejo y mohoso, en una fábrica abandonada, rodeado de desconocidos, con mi propio brazo sirviéndome de almohada, con la cabeza llena de preocupaciones..., duermo bien.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora