6. El reloj - Byron

306 71 5
                                    


Byron - Philadelphia

Hartranft, distrito pobre - Nov 12.30pm


Caminamos por calles flanqueadas por edificios bajos de aspecto lamentable, cruzándonos con gente vestida con ropa de mercadillo, la mayoría inmigrantes. El metro pasa por las vías sobre nuestra cabeza, haciendo temblar un poco los postes. A cada veinte metros, hay una persona pidiendo limosna o un vagabundo tirado en el suelo durmiendo... Espero que durmiendo. Keeper va olisqueando el suelo, deteniéndose de vez en cuando para captar mejor el rastro. La gente nos mira. Somos como un punto rojo en medio de una hoja en blanco. Deduzco que, en ese barrio, mucha gente se conoce y enseguida notan cuando alguien no es de allí. Y nosotros, con nuestras bolsas, chaquetas de cuero y Keeper, parecemos policías encubiertos, y es lógico que atraigamos las miradas, pero les ignoramos. Mi concentración está puesta en mi perro. De repente, este acelera el paso y empieza a trotar cada vez más rápido en una dirección, cruzando la calle hacia un pequeño solar de tierra bajo las vías del metro. Le seguimos a paso rápido, y casi tenemos que correr para no perderlo.

Cuando llegamos al solar, vemos que hay varios barriles sucios, oxidados y medio quemados, convertidos en las hogueras improvisadas de los vagabundos que duermen o simplemente dejan que pase el tiempo enrollados en sus sucias mantas. Puedo sentir sus ojos viejos y cansados sobre nosotros a pesar de la distancia tras haber irrumpido en su territorio, pero ninguno dice nada ni se levanta. Miro a Keeper, esperando a que nos siga guiando. Él avanza hacia un fardo de ropa junto a una pared de chapa y se pone a olisquearlo. Entonces, una mano embutida en un mohoso guante de lana sale de entre las mantas y aparta la cabeza de mi perro de un suave empujón. Keeper se aleja un par de metros, pero luego vuelve a acercarse, guiado por su olfato. Entonces, la mano vuelve a aparecer, esta vez seguida de un brazo en cuya muñeca brilla un Rolex de oro.

— ¡Fuera de aquí, chucho! — exclama una voz ajada y gruñona.

Nos apresuramos hasta él, prácticamente corremos, y cuando el hombre quiere darse cuenta, tiene a Nevent agarrándole con fuerza la muñeca. Yo acaricio la cabeza de Keeper para tranquilizarlo, pues ya se había puesto en posición defensiva ante la actitud hostil del vagabundo.

— ¿De dónde has sacado esto? — pregunta Nevent.

El vagabundo parece confundido. Hace cinco segundos, solo estaba espantando lo que para él era un simple perro callejero, y ahora tiene a tres hombres el doble de grandes y anchos que él rodeándole.

— ¡Dejadme en paz! — ordena.

— ¿De dónde has sacado este reloj? — vuelve a preguntar Nevent, levantándole el brazo y dejando a la vista de todos el Rolex.

El hombre trata de sacudirse y librarse de su agarre, aunque en vano. Miro al hombre. Tiene la piel arrugada y destrozada, producto del excesivo frío y calor al que le habrá sometido una vida en la calle, el pelo largo, sucio y gris, igual que sus cejas y la barba que cubre su barbilla. Pero sus ojos no son ancianos. Son los ojos de un hombre cuya vida le ha hecho envejecer antes de tiempo.

Desde luego, es alguien que no casa entre las víctimas de Salazar. Es una pista falsa, tal y como pensaba.

— Eso a ti no te importa — se queja el vagabundo.

— Te equivocas — le contradice Nevent. — Resulta que sí me importa. Este reloj pertenecía a un hombre que ha sido asesinado esta noche, y eso te hace a ti el sospechoso, estimado amigo.

El rostro del hombre torna del enfado al miedo, y empieza a temblar.

— ¿Q-qué? — murmura, presa del pánico. — Yo no he hecho nada.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora