28. El vertedero II - Abel

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Abel - Philadelphia

Vertedero, Nov. 12:20pm


Estoy seguro de no haber visto nunca tantas cosas curiosas en mi vida, juntas en un solo sitio. He tomado cientos de ellas en las manos intentando imaginar para qué sirven, a la vez que se las enseño a Micah cuando tengo dudas. Él me explica la función de algunas; pero en otras, parece tan perdido como yo, y entonces es la niña de pelo rubio quien nos explica para qué sirven. Me gustaría ser tan listo como ella, y tan valiente, pues se mueve por allí sin miedo de escalar pilas de chatarra y tomar objetos que parecen pesados y peligrosos; aunque en cada ocasión se lleva una pequeña reprimenda del chico alto y de Micah. Hay objetos que sirven para secar el cabello, otros para tostar pan, y un aparato para hacer gofres, aunque no sé qué son y la niña me explica que se trata de un dulce típico para desayunar. Cuando los describe, no puedo evitar que se me haga agua la boca y empezar a sentir en el estómago los gruñidos y retortijones producto de mi inmenso apetito.

—Esto de aquí es un microondas, y sirve para calentar la comida cuando está fría.

—¿De verdad no había nada como esto en el sitio donde vivíais? —pregunta el otro muchacho a Micah. Mi hermano me acaricia la cabeza y cierro los ojos con su tacto. Niega con la cabeza.

—Había televisores, pero muy antiguos. Y radios como estas —dice, levantando la pequeña radio para mostrársela al muchacho.

—Parece como si hubierais estado viviendo en otra época. Como los amish.

Observo a Micah sin saber qué significa aquello. Micah asiente con la cabeza.

—Las personas de la villa desconfiaban de las cosas modernas. Desconfiaban de todo en realidad...

—¿Echas de menos... ese lugar?

Micah se percata de mi mirada y niega con la cabeza; pero sé que no está diciendo la verdad. Noto que la tristeza empieza a invadir su mirada y tiro de su brazo, preocupado, para alejarlo de sus propios pensamientos.

Cassie se suma a nuestra conversación, tras levantarse después de rebuscar entre la pila de chatarra que tenemos al lado:

—Yo no echo de menos el orfanato. Quizás la cama en la que dormía; pero...

—Micah... —susurro, recordando que Cassie mencionó antes, cuando me ayudaba a buscar a Micah, una palabra como aquella— ¿Qué es un orfanato?

La chica alcanza a escucharme, y antes de que mi hermano me responda, ella lo hace:

—Oh, ¿no lo sabías? Un orfanato es un sitio para los niños que no tienen un hogar o padres —me explica ella animadamente.

Considero sus palabras un momento. Niños sin familia... como Micah, y como yo... Pero si Cassie vivía en un orfanato, entonces eso quiere decir... Cassie se encoje de hombros, torciendo una sonrisa incómoda, y como si hubiese visto lo que estaba pensando, dice:

—Niños... como yo.

Los cuatro nos quedamos en silencio. Cassie lo rompe cuando mira a su alrededor y exclama un boqueo:

—¡Mirad eso!

Echa a andar en una corta carrera y empieza a mover objetos de entre otra pila de cosas con dificultad. Caleb se separa de nosotros para ir con ella y Micah se une a ellos, dejándome atrás, pensando en lo que ha dicho Cassie.

—Déjamelo —le dice Caleb a ella mientras él y Micah enderezan un aparato grande con una ventanilla al frente, de rejillas metálicas. No se parece a nada que haya visto nunca.

—Es una estufa, ¿verdad?

—Eso parece —dice Caleb.

—¿Crees que funcione? La fábrica está muy helada, esto nos será útil.

—Podemos llevarla y ver si Nikolas puede arreglarla.

—¡Mira, Abel! —me dice Cassie, parándose orgullosa al lado del artefacto.— Ya no pasaremos frío.

—Primero hay que ver si se puede reparar —le dice Caleb y ella parece desanimarse un poco.

—Bueno, eso es cierto.

—¿Y si volvemos ya? —sugiere Micah— Puede que Nevi haya regresado ya. O Byron.

Los demás asienten, de acuerdo. Cassie toma la radio de su mano:

—Yo puedo llevarla. Caleb y tú podéis llevar juntos la estufa. Pesa bastante.

Noto que Micah está bastante lejos de mí, así que cierro nuestra distancia y me cobijo bajo su brazo. Micah me observa aproblemado:

—Ve delante, Aby. Tengo que ayudar a llevar esto.

Antes de que tenga tiempo a reprocharle, escuchamos un ruido metálico a nuestras espaldas y Caleb ha levantado la estufa a su costado como si pesara lo mismo que un kilo de harina.

—No te preocupes, ya la tengo.

Cassie le mira emocionada y boquiabierta y Micah parece preocupado:

—Ahora yo quisiera ser un hombre lobo —comenta ella y Caleb menea la cabeza con desaprobación cuando pasa por nuestro lado.

—No digas eso.

Micah y yo nos unimos a él en el trayecto, y Cassie camina a mi lado llevando la radio bajo el brazo. Vamos cansados y manchados de barro, pero el sol ya no está tan alto y no me molesta tanto en los ojos como el sol de esta mañana, de manera que me quito la capucha, empezando a sentir calor.

Cassie se acerca a mí sin que me diera cuenta y cuando me habla, pego un brinco:

—¿Ya no te molesta el...? ¡Oh, lo siento! No quería asustarte.

Niego con la cabeza y ella sonríe complacida. No he dejado de darle vueltas a lo que ha dicho antes. Ella es como nosotros. De algún modo... somos parecidos y no lo sabía hasta ahora. Nuestros pasos nos llevan casi al final del sitio del vertedero. Cassie continúa caminando a mi lado.

—Nosotros... —hablo de pronto y cuando soy presa de su atención, me quedo mudo por unos momentos, antes de hablar, y lo hago tan bajo, que dudo que vaya a escucharme— Nosotros tampoco tenemos padres.

Micah me observa desde su estatura, pero no dice nada. Cassie se queda en silencio un momento y después me dedica una sonrisa que logra darme calma:

—Entonces nos parecemos —dice ella, tranquilamente. Nos parecemos... y Cassie piensa lo mismo.

En ese momento, vuelve a separarse de nosotros y regresa con un cordón largo de color verde, repleto de cientos de esferas circulares que parecen de plástico. Cassie empieza a enrollar el cable en su brazo:

—No es Navidad —comenta—, pero esto también podría servirnos.

Le miro sin comprender. Conozco lo que es la Navidad, pero Micah y yo no hemos tenido nunca una. Me gustaría pedirle que me cuente cómo es y qué hacen las personas durante esa época; pero de nuevo, siento que no puedo hablar, aunque lo quiera. Así que me conformo con que camine a nuestro lado en silencio y me entretengo observando la forma en que el sol devuelve destellos luminosos sobre la superficie brillante de las esferas que lleva en la mano.

HUNTERS ~ vol.1 | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora