«Y todos los caminos que tenemos que caminar son sinuosos. Y todas las luces que nos guían nos están cegando. Hay muchas cosas que me gustaria decirte y no sé cómo»
«En tu miedo, sólo buscas la paz. En su miedo, buscas sólo amor»
«Nada me...
—¿Cómo sigues?—pregunta su padre entrando a la sala, se sentó a su lado mientras que ella apartaba la vista de su cuaderno.
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—La verdad que algo adolorida—hizo una mueca y colocó el cuaderno y lapicero en su regazo.—los analgésicos me calman sólo un rato—murmuró.
—Ibas a provocar que me diera un infarto ayer al ver los puntos—señaló su brazo derecho.
—Lo sé. Pero estoy bien—se removió en el sofá.—papá, mamá vendrá el sábado—le informó analizando sus expresiones.
—Sabía que no resistiría a que llegara tu graduación—soltó una leve risa.
—Está preocupada pero quiere matarme—se encogió de hombros divertida.
—Hasta yo—en eso Steve Rogers hace su aparición junto a Clint Barton.
—Maria—saludó Steve a lo cuál recibió una linda sonrisa.
—Stark llamada de Fury en veinte, dice que es importante—informa Barton cruzándose de brazos.
—Que querrá parche, arruina mis malditas vacaciones—dice mientras se levanta del sofá. Le da un beso en los cabellos de María y se retiran sin antes Steve guiñarle un ojo a María la cual sonrió ampliamente.
Steve le parecía un buen hombre; recto, caballero y tenía unos magníficos ideales. A pesar de la tormenta en su interior, a pesar que está roto, o como el le había expresado una vez muerto en vida, no había visto a alguien sonreír con tanta intensidad, con tanta vida.
Era un hecho que aquel hombre le atraía. Pero también era un hecho que si sucedía algo, ambos no eran correspondidos. No podrían llegar a hacer algo más que amigos.
Era la primera vez que María sentía aquellas sensaciones. Sonrió como una tonta mientras agitaba su cabeza. Debía seguir haciendo los deberes de la universidad.
...
Su teléfono vibró encima de la gran cama, con una toalla enrolladas alrededor de su cuerpo y con el cabello mojado se acercó a tomarlo. Era un número desconocido. Con suma cautela respondió la llamada y puso el teléfono en su oído.
—¿Sí?—habló mientras fruncía el ceño.
—Señorita Stark que de tiempo que no escuchaba su hermosa voz—la mejor amiga de María se hizo presente con una voz sarcástica en la línea telefónica.
—Elizabeth Stone, voy a matarte tan lentamente ya que tuve meses sin saber de ti—dijo despacio, amenazante y con una sonrisa.
—Lo siento, lo siento. Tenía trabajo, estaba ocupada—rió.—pero ya no, y estoy en Nueva York, así que ponte más sexi que vamos por unos tragos—incitó, y María sabía que tenía una sonrisa pícara en sus labios.