«Y todos los caminos que tenemos que caminar son sinuosos. Y todas las luces que nos guían nos están cegando. Hay muchas cosas que me gustaria decirte y no sé cómo»
«En tu miedo, sólo buscas la paz. En su miedo, buscas sólo amor»
«Nada me...
—Estás pasada. Tienes suerte de que tenga—rió su mejor amiga entrando a su habitación.
—Te lo agradezco—suspiró en cuanto le tendió las pastillas.
—No te preocupes ¡Estoy emocionada!—chilló sentándose en el mueble largo.
María sirvió un vaso de agua de una jarra que tenía en su habitación y procedió a beber una pastilla.
—Así que el Cap dejó de ser virgen—dijo socarrona.
—Callate—rió.
—¡Al menos usen preservativos! ¡Terminarás embarazada un día de éstos!—soltó una carcajada.
—Eres lo peor—rodó los ojos.—programaré una cita con el ginecólogo para que me recete las pastillas.
—Más te vale. No queremos que a Stark le dé un infarto al enterarse de que será abuelo—sonrió burlona.
—¡Basta!—le tiró una almohada en la cara mientras ambas estallaban de risas.
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Jueves, 9:00pm.
—Estoy muy ansiosa—caminó de un lugar a otro en la habitación de Steve. El rubio la miraba divertido desde su amplia cama.
—Calmate María—rió un poco viendo cómo la chica seguía caminando.—harás un agujero en el suelo.
—Muy gracioso Rogers—rodó los ojos deteniendo su caminar.
—¿Que te he dicho de rodarme los ojos?—la miró sonriendo.
Ella se encogió de hombros inocente.
—Ven aquí—extendió sus brazos. María se acostó en la cama sobre el pecho del rubio y él la envolvió entre sus brazos depositando un beso en su frente.—relajate un poco—le susurró mirándola a los ojos.
—Ayudame con eso—lo besó colocándose encima de él.
Esa noche volvió a hacerla suya. Deleitándose y fundiéndose en ella. Era impresionante cómo encajaban tan bien. Hacían el amor disfrutandose el uno con el otro, profesando su amor que crecía minuto a minuto.
Al llegar al punto máximo dónde ambos estallaron, deshaciéndose en el otro Steve rodeó con los brazos la cintura desnuda de la chica en un acto de protección. La quería tanto.
Minutos después de estar ambos respirando sin dificultad, el rubio acarició el rostro de su chica mientras ella tenía los ojos cerrados gracias al cansancio.
—No puedo quedarme—frunció levemente el entrecejo.—de seguro papá irá temprano a mí habitación.
—Claro. Mi hermosa chica estará de cumpleaños en unas horas—la pegó más él. María sonrió y abrió los ojos.
—Mi regalo perfecto está conmigo ahora—acarició la mejilla del rubio con ternura.
Steve besó la palma de María y luego los labios provocativos de la chica. Ella colocó sus manos detrás de la nuca del rubio mientras él pasaba su mano de la cintura de la chica hasta sus muslos, piernas y cadera deleitándose de su suave piel.