ᴛᴡᴏ

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La amplia ventana dejaba entrar la luna suficiente para no tener que usar velas esa noche, hacía frío pero las gruesas frazadas de lana de oveja le daban suficiente calor para quedarse tranquilo en la cama.

Estaba solo en medio de ese gran castillo, su habitación había sido cambiada hace unos días, su padre le había obligado a cambiarse porque lo necesitaba estudiando algunas cosas que en un comienzo no entendió pero apenas leyó las escrituras lo entendió, venía una guerra.

Odia las guerras.

Jamás ha habido una desde que él nació, pero ha visto como hombres pelean y mueren por un poco de pan, por un poco de vino, incluso se matan uno a los otros por mujeres o niños. Simplemente no los entiende, y menos ahora, ¿Qué logran atacando ciudades para obtener sus recursos si al final la mitad de ellos se pierden por la misma guerra?

Estupideces.

Los humanos eran tan tontos, tan cerrados en ellos mismos, pero por lo menos eran razonables, no como esos bárbaros que se movían entre reinos viviendo en los bosques. Los conocía, cuando era pequeño su padre les habló de ellos y que incluso él no los quería de enemigos, habían miles de leyendas alrededor de esa tribu, decían que estaban malditos, que aldea que visitaban era manchada de sangre y matanzas, despiadados, primitivo, libres.

Pero lejos de los bárbaros que conocía su existencia por lo menos, había otra tribu que realmente se escuchaban solo leyendas. Dentro de los terrenos no explorados unos humanos pudieron sobrevivir a lo precario que era el ambiente, se decía que ellos podían controlar a las bestias, que ellos eran los verdaderos reyes del mundo, pero ellos no estaban interesados en ese mundo, ellos no protegían a nadie más que a los suyos, más que los demonios estaba seguro que los humanos de los cinco reinos no intentaban entrar al bosque por la existencia de ellos.

Decidió que debía dormir, tenía que estudiar, tenía que aprender con sus hermanos varias artes necesarias para seguir viviendo en ese mundo, tenía que sobrevivir, no podía permitirse perecer cuando su pueblo lo necesitaba, debía ser fuerte, quería ser fuerte pero... ¿Realmente podía ser tan fuerte? Solo era un joven que ni la ceremonia de edad había hecho, un niño que apenas entraba a la pubertad.

Estaba asustado.

Se encogió en su cama abrazando la ropa entre sus brazos, le gustaría ir donde su mamá y allí esconderse entre sus brazos hasta que el sol saliera y ella le repitiera una y otra vez que nada estaba mal, que sólo fue un sueño tonto, que no habían personas que lo buscaban.

Quería tanto llorar.

Un ruido a sus espaldas le hizo alzarse. Por haber apretado los ojos realmente no veía mucho más que un bulto borroso, pero no alcanzo a ver mucho más, su boca fue cubierta por una tela y fue subido a un hombro de cabeza, no supo cómo pero estaba cayendo por la ventana de su habitación hasta el suelo, se iba a matar, lo iban a matar, eso se había terminado, ¡Qué tonto! Quizás solo debió seguir su instinto y salir de allí, lo bueno es que solo lo habían atacado a él, solo a él como heredero lo querían, eso lograba aliviarlo, logró aliviarlo al punto que esa capa mal oliente que su captor poseía se sentía cómoda contra su piel, decidió solo esperar, aunque el golpe que se dio en la frente con el tobillo de su raptor no le ayudó mucho porque se terminó por desmayar.

Maldito plebeyo, ni eso podía hacer bien.

Acendrado 「BakuTodo」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora