ᴛʜɪʀᴛʏ-ᴛʜʀᴇᴇ

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Aunque hubiera vagado como un animal por todo el tiempo perdido sólo necesitó una mirada para entender lo que estaba sucediendo.

Bakugō se bofeteó ambas mejillas para calmarse. El ardor que corría por su cuerpo no le dejaba concentrarse pero debía hacerlo, debía hacerle entender que él no era esa puta que había decidido matarlo.

Él no lo traicionaría.

Jamás.

Incluso si eso fuera su destino.

Pensó mil y una forma de calmarlo pero no podía, su cabeza no encontraba una solución, no podía pensar, menos podía con los gritos que comenzaba a pegar su pequeño príncipe.

Se apoyó con ambas rodillas en el suelo y así lo jaló de un brazo para apegarlo a su pecho, no importaba si lo dañara, podía curarse, esperaba poder curarse.

ーMocoso, no soy tu madre ー

Habló con la voz más calmada que tenía. Incluso se permitió ignorar el ardor de las uñas de Shōto contra su piel, esa misma piel que estaba siendo arrancada de su pecho.

ーNiño ー

Volvió a llamarlo, tenía que traerlo de vuelta de la pesadilla, tenía que calmarlo.

Un fuerte dolor en su estómago le hizo ahogarse y tocer la poca comida que tenía en el estómago, de su nariz la sangre comenzó a brotar, incluso se sentía algo mareado, pero aún así no lo dejó.

ーShōto ー

Casi le rogó al apretarlo más contra sus brazos. Tenía poca fuerza, sabía que posiblemente se desmayaría de nuevo, sabía que no iba a tener descanso hasta que su vieja se aburriera o lo encontrara, y ni una de las dos se veía posible en ese momento.

No podía entregarle a Shōto.

Bajó la mirada para intentar ver esa carita tan dolida que le dolía el alma, esa cara llena de sacrificios que había tenido que hacer durante toda su vida.

Y ahí estaba, con los ojos empapados en lágrimas.

Trató de recordar como calmaba a Layza cuando le daban sus ataques, trató de recordar el cariño que alguna vez recibió de su madre, incluso trató de recordar los mimos que Shōto le daba de niño.

Un golpe fuerte en su cabeza lo hizo inclinarse un poco más al frente, la sangre brotó pero no le importó, rápidamente pararía de todas formas.

Un destello de luz le hizo recordar cómo había visto llorar a Shōto antes, le hizo recordar cómo se escapaba del castillo cuando era regañado por su padre y ahí estaba él, ayudándolo a caminar, protegiéndolo, cuidándolo.

Lo dejó en el suelo unos segundos antes de tratar de concentrarse, el dolor que cubría su cuerpo le tenía la mente confundida, le costaba enfocar, además la sangre que caía por su frente le hacía el proceso aún más difícil, pero, ahí, viéndolo sufrir logró hacerlo.

Logró convertirse en el lobo que tanto esfuerzo le costó ocultar.

[...]

Lo último que lograba recordar es estar hablando con Bakugō, se sentía adolorido, confuso, cansado.

Shōto subió su mano izquierda a su propio rostro para tocarlo, no necesitó ser un genio para sentir las lágrimas secas en su rostro, también pudo sentir como cerca de su boca habían restos de mocos, sinceramente sintió asco.

Estaba algo aturdido, su cerebro parecía algo apagado así que realmente no estaba más consciencia que estar acostado y sentirse cálido.

La sensación es conocida así que se obliga a entender su alrededor, dirige sus ojos al frente buscando ver un poco más allá de su nariz y lo logra, logra ver la entrada de una cueva a lo lejos, y por el color logra ver que aún es de noche.

¿Aún?

Si, él estaba en un lugar de noche.

Vuelve a subir su mano a su rostro para apretar el puente de su nariz con su pulgar e índice, le duele un poco la cabeza pero no sabe qué es, o eso es hasta que toca su frente.

Tenía un pequeño agujero que atravesaba su piel, le comenzó a doler mucho más al tocarlo por lo que decidió no hacerlo.

¿Algo el había atacado? ¿Se había desmayado y caído contra algo filoso?

Intentó levantarse y ahí notó que estaba siendo abrazado por el estómago. Rápidamente reconoció ese brazo causándole unas ganas tremendas de llorar.

¡Lo había encontrado! ¡Encontró a Bakugō!

Se giró como pudo para verlo, sabe que Bakugō está durmiendo en su espalda, lo siente, está vivo, ahí, protegiéndolo como siempre.

Una sonrisa burbujeó en sus labios al verlo dormido sin ni una de las heridas que poseía su copia, le dio mucho gusto verlo sin sangre por encima de su cuerpo, lo que no le dio gusto fue verlo desnudo en una noche tan fría sin un fuego que le ayudara.

Lo empujó un poco para que quedara de espaldas, ahí buscó la capa que siempre estaba cargando con él para cubrir a Bakugō, incluso con la poca habilidad que poseía encontró unas ramas y prendió una hoguera para mantenerlo tibio. Se permitió levantar la cabeza de Bakugō un poco para hacerlo apoyarse en su muslo, iba a cuidarlo, no pensaba bajar la guardia ni por un segundo para protegerlo, porque ahora es su turno, ahora es él quién tiene que cuidar su sueño.

Acendrado 「BakuTodo」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora