¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Estaba segura de que conocía al hombre. Lo había visto en algún lugar.
- ¡Hola papá! –Mi madre lo abrazó, y luego me señaló- ella es... Megan, mi hija.
El hombre no decía nada, ya comenzaba a ponerme nerviosa.
- Tú eres... ¿eres Megan? ¿Mi nieta Megan?
- Eso parece –le respondí.
- ¡Hola! –exclamó y me abrazó. Sentía como lloraba.
- Hola –sonreí. Mi madre que se encontraba detrás de mi abuelo, me levantaba sus dos pulgares.
- Wow, estás tan grande, tan hermosa. Has crecido tanto –secaba sus lágrimas.
- Gracias –respondí sonriente.
- No sabes cuánto te hemos extrañado y todo lo que te hemos buscado.
Sonreí apenada-. Lamento escuchar eso.
- Tranquila, tú ya estás aquí y eso es lo único que importa.
- Supongo...
- Tú debes estar muy contenta, hija –le habló a mi madre.
- Por supuesto que sí, cómo no estarlo.
Pronto entró mi tío a la cocina.
- Lamento cortar este momento de emoción, pero tengo malas noticias.
- ¿Qué pasa, cuñado? –respondió mi madre. Ahora entendía el parentesco.
Él pasó su mano por la nuca, pensativo.
Miré a mi madre. Ella y mi abuelo miraban con confusión a mi tío.
- Vinieron a buscar a Emma.
- ¿Quién? ¡Ya mismo voy para allá! –exclamaba mi madre.
- Tranquila, hija –habló mi abuelo-. ¿Quiénes son, Marcus?
- Los... padres adoptivos de Emma, bueno, Megan. Y su hermano.
Mi abuelo, mi madre y mi tío comenzaron a tener una discusión sobre qué iban a hacer y quién hablaría con ellos, hasta que:
- Yo hablaré con ellos –dije.
Se produjo un gran silencio en la casa.
- Megan, no puedes. No voy a arriesgarme a que te lleven de nuevo –habló mi madre.
- Tengo qué. Quiero y me deben una explicación. Además esta vez soy más grande, ya no soy una niña a la que puedan llevarse cuando quieran –respondí frunciendo el ceño.
Mi tío sonrió. Mi madre y mi abuelo hicieron una mueca.
- Por favor, mamá –al escuchar eso, ella se relajó-. Por favor.