Chango sudado.

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El almuerzo en casa de los Cooper se desarrolló con tranquilidad y simpleza. Esa familia era realmente buena gente, o eran muy buenos actores. Porque no parecían los mismos que cuando los escuché hablando, en mi casa. Todo lo contrario, ellos habían sido muy cordiales.

Al parecer mis padres estaban felices de que no haya puesto queja alguna con respecto a los acontecimientos. Y eso en parte me alegraba, pero... yo ya no quería tener contacto con gente como los Cooper, independientemente del hecho de escucharlos hablar algo tan enigmático en mi casa, la gente de lujo, educación, y todo lo demás, sinceramente no iba conmigo.

Sí, con los Danvers iba a fiestas y hacía lo posible por socializar, pero... de alguna manera, mis... bueno, los señores Danvers me entendían cuando no quería hacerlo. En cambio, los Marshall, indirectamente me obligaban.

- ¿Megan? ¿Quieres más helado? –me preguntó Jack, sacándome de mis pensamientos.

- No, muchas gracias.

Al responder eso, los padres de Jack se miraron al mismo tiempo, pero me fue imposible descifrar lo que querían decir esas miradas. Me dieron escalofríos.

- Papá, tal vez sea hora de que nos vayamos –anuncié, llamando la atención de mi padre.

Mi padre asintió con una sonrisa simple y se paró de la mesa, anunciando nuestra salida.

- Muchas gracias por todo –dijo mi madre.

- Vuelvan cuando quieran –respondió la señora Cooper.

- Sí. Debemos pasar más tiempo juntos si nos uniremos por un largo tiempo, ¿no creen? –preguntó el señor Cooper.

Mis padres se miraron y le dieron una mirada molesta al señor Cooper, pero además de eso, me di cuenta de que Jack parecía algo incómodo, lucía preocupado también.

El silencio invadió la sala, y la tensión comenzaba a hacerse notoria.

- Es una simple broma, querido amigo –agregó el señor Cooper, al darse cuenta de que la había cagado.

Mis padres no dijeron nada, simplemente asintieron y se despidieron, saliendo de la casa.

- Hasta luego –dije en saludo general, y salí detrás de ellos.

¿Qué había pasado ahí?

- Papá, espera...

- Ahora no, Megan.

- Pero...

- Vamos –dijo abriendo la puerta del auto para que me subiera.

Rápidamente me subí y el cerró la puerta detrás de mí. Luego, hizo lo mismo con mi madre, y finalmente él se subió.

- Mamá, ¿qué pasó allí? –le pregunté, esperando que ella sí me contara. Pero, como me imaginaba, ella miró a mi padre y este negó.

Al parecer no me dirían absolutamente nada. Maldición.

Debía contarle todo esto a Thiago, seguro él sabría algo, o podría buscar información.

Al llegar a casa, mis padres me pidieron que los esperara en la sala, para poder charlar, ¿acaso me contarían lo que estaba sucediendo?

(...)

La espera se hizo bastante larga a mi parecer, pero cuando ya estaba por rendirme, mis padres se adentraron en la sala con un semblante algo serio.

Se sentaron frente a mí, juntos, y mi padre comenzó a hablar:

- Hija... qué... ¿Qué te parecen los Cooper?

Su pregunta me extrañó.

- Pues, no sé qué quieres que te diga, ¿qué me parecen como tus amigos, tus compañeros, tus... socios?

- No son nuestros socios –respondió indiferente.

No dije nada, no había respondido a mi pregunta.

- A lo que se refiere tu padre –explicó mi madre regañándolo con la mirada-. Es qué te parecen como personas, simplemente eso.

- Ah... ya veo... -¿este sería el momento indicado para contarles lo que había escuchado?-. Bueno pues, no me agradan mucho.

- ¿Por qué?

- No sé, simplemente no me gustan. No puedo darles mis razones ahora, pero, no me agradan.

- ¿Qué hay de Jack? –preguntó mi padre.

Tardé unos segundos en responder. No quería sonar brusca.

- Tampoco lo soporto. Sus actitudes no me gustan, hace que me sienta incómoda, y a veces huele a chango sudado.

Mis padres se miraron y comenzaron a reír, ¿qué era tan gracioso?

- Eso es todo lo que quería oír –dijo mi padre levantándose de su lugar.

Mi madre y yo lo imitamos.

- Así que... ¿por qué las preguntas?

- Cosas de adultos –dijo mi padre.

- Papá, te recuerdo que me estoy adentrando en el mundo de los adultos.

- No en mi mundo –me guiñó un ojo, y luego besó mi cabeza-. Descansa, pequeña.

Se fue a su despacho luego de eso. Por otro lado, miré a mi madre a ver si ella decía algo pero, sus palabras me dejaron con más intriga de la que tenía:

- En el momento indicado te contaremos, mientras tanto, tú tranquila. No harás nada que no quieras... -dicho esto se fue a su habitación.

Dios, esta familia sí que era extraña. ¿A qué se referían mis padres?

Pensaba en todas las posibilidades existentes para decir todo lo que ellos dijeron, cuando el ruido de la puerta me sorprendió, era mi hermano, quien por fin estaba llegando.

- ¿Emma?

- ¡Thiago! –Dije y corrí a abrazarlo-, estoy tan confundida...

- ¿Por qué?

- Nuestros padres... creo que me ocultan algo, y... parece que tiene que ver con lo que escuché del  tío Marcus y los Cooper.

- ¿Qué?

Le conté todo lo sucedido a mi hermano, y después de unos diez minutos, cuando por fin terminé, él estaba tan confundido y curioso como yo.

La Chica de la BibliotecaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora