Llevábamos ya un buen rato cenando cuando el idiota búlgaro hizo su aparición estelar.
En aquel momento, yo estaba intentando cortar un filete que se había quedado algo frío. En defensa del filete, y de los elfos domésticos de las cocinas, había sido culpa mía. Esto es lo que pasa cuando dejas de comer por escuchar los desvaríos de tu mejor amigo.
—Espera—me detuve con el cuchillo chorreando salsa en una mano.—¿Que has dicho que vas a hacer qué?
Frente a mí, Scorpius sonrió con alegría mientras uno de sus mofletes se inflaba por comer demasiadas patatas a la vez.
—Voy a presentarme a las pruebas para el equipo de quidditch de este año—dijo asintiendo varias veces. Luego cogió una servilleta para limpiarse la barbilla.
No lo entendía. Fruncí el ceño un segundo.
—Pero...—me incliné sobre la mesa, haciendo que la corbata de mi uniforme rozara un cuenco de sopa peligrosamente.—Pero... si odiamos el quidditch.
—La palabra "odiar" es muy fuerte. Viene a decir que quieres eliminar algo, y yo nunca he querido eliminar el quidditch—razonó Scorpius.—En general, prefiero decirle sí al amor y no al odio.
Me puse la mano en la frente, cubriéndome hasta los ojos. O mucho me equivocaba, o ya sabía por dónde iba Scorpius.
Girando un poco el cuello, me di la vuelta para mirar la mesa de la casa Griffindor, que era, con diferencia, la que siempre armaba más jaleo durante la cena de principios de curso. Y en la segunda cena de principios de curso. Y en la tercera cena de principios de curso. Se entiende mi punto, ¿verdad? ¿Eso era un pollo asado volador?
Paseé la mirada por un sinfín de cabeza pelirrojas hasta dar con la melena naranja que esperaba encontrar. Sentada entre un grupo de chicos de su casa, Rose Granger-Weasley cenaba un plato de guisantes con la mayor tranquilidad del mundo. Normalmente estaría hablando con sus compañeras pero, por lo que me había contado en la cena familiar del lunes, ya no se llevaba mucho con ellas. Luego habíamos discutido, pero eso ya era casi parte de la tradición.
Me volví hacia Scorpius con celeridad.
—Esto no es por quien yo creo que es... ¿no?—dejé caer la pregunta y mirándolo directamente a los ojos.
La gente suele decir, una vez que conoce a Scorpius, que es un alma pura y llena de luz, que no es capaz de engaños o mentiras.
En realidad, eso solo lo digo yo. Nadie suele acercarse a nosotros más que... nosotros mismos.
—No sé a qué te refieres—negó Scorpius, inocente. Apenas lo oí, debido al jaleo de un grupo de chicas Slytherin más allá, así que me incliné nuevamente sobre la mesa. Él hizo lo mismo.—Llevo practicando todo el verano y he mejorado... un poco. Y había pensado que mi querido amigo podría ayudarme hasta el día de las pruebas...
—¿Que yo te ayude?—una muy pequeña sonrisa brotó en mi rostro.—Scorpius, hay una razón muy sencilla por la que no cojo una escoba. Muchas, en realidad. Pero la primera es porque no se me da bien.
—Sí lo sé—Scorpius empezó a reírse con dos patatas en la boca, pareciéndose a la tía Hermione cuando era más joven.—¿Recuerdas cuando probaste con la escoba de James en tu casa y vinieron los bomberos muggles...?
—Perfectamente—dije, y agaché la cabeza para centrarme en mi carne. Pronto los platos desaparecerían de la mesa para ser sustituidos por los postres, y yo aún tenía hambre.
La última vez que cogí la escoba de James fue también la única vez que cogí la escoba de James.
Aunque la culpa no fue enteramente mía. Si James no tuviera un embrujo anti-robo en la escoba, ésta no habría salido volando de mis manos, entrando en mi casa desde el patio. ¿Y qué escoba vuela directamente a la chimenea?
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ME LLAMAN AL (a Hogwarts story II)
FanfictionAl necesita un poco de tranquilidad. Desesperadamente. Su vida hasta los quince años ya había sido bastante compleja. Tener que lidiar con ser el "hijo deshonroso" de Harry Potter y soportar las miradas críticas de todos ya había sido suficiente. Ad...