Los siguientes días se sucedieron realmente tranquilos.
Casi como un cuento de hadas.
Debería haber sospechado que aquello, en Hogwarts, no duraría.
Procuré, durante toda la semana, mantenerme bien lejos del idiota búlgaro. No sabía cómo, pero en apenas una clase él había conseguido que mis emociones se descontrolaran.
Y sí, logré conjurar un patronus, algo que aún no terminaba de creerme.
Pero no podía permitirme que Theo Voderikavov volviera a afectarme de esa manera, a pincharme y a meterse conmigo hasta hacerme rabiar.
Mis sentimientos y emociones suelen estar custodiados bajo un candado de cinco llaves metafórico. Y así es como debían seguir.
Porque, cuando sacas tus sentimientos a flote y los muestras, puedes resultar dañado. Duele demasiado. Un riesgo, por lo que a mí respecta, innecesario.
De todos modos, no supuso una tarea increíblemente difícil. Theo no volvió a acercarse a mí en ninguna otra clase que compartiéramos.
Aunque lo pillé un par de veces mirándome fijamente, eso sí.
Como si calculara cuánto le darían en el mercado negro por mi hígado, mi corazón y alguno de mis riñones.
No obstante, a lo largo de aquella primera semana de curso debí hacerle frente a otro problema: Rose.
¡Estaba por todas partes!
Nos seguía a Scorpius y a mí a las clases que compartíamos, insistía en colocarse con nosotros en equipos de tres cuando era requerido y nos bombardeaba con información y opiniones que no habíamos pedido.
Únicamente le faltaba venir a dormirse con nosotros... algo que Rose haría sin problemas si no contraviniese tantas normas de la escuela.
Era agotadora.
A Scorpius no le importaba mucho, ya que siempre la miraba como si fuera la maldita ministra de Magia (casi, pero no): con una mezcla de fascinación y curiosidad en la mirada.
Al parecer, durante aquel curso todo el mundo había decidido comportarse como una panda de lunáticos.
Como pasaba todo el tiempo con nosotros, Rose acabó por enterarse de las aspiraciones de quidditch que tenía Scorpius. Argumentando que apenas quedaban siete días para las pruebas para los equipos, y como ella ya tenía experiencia de sobra, se apuntó sin que nadie la invitara el viernes a la hora libre que habíamos pensado dedicarle a la práctica de Scorpius.
En lo que a mí respectaba, llevaba toda la tarde sentado debajo de un árbol, viendo cómo Scorpius trataba de seguir las indicaciones que Rose le daba, muy histérica:
—¡Scorpius, no! ¡A la derecha! ¡A la derecha!
—Pero si es lo que estoy haciendo...
—¡Tu otra derecha! ¿Pero tú estás seguro de que eres un Malfoy?
—Positivamente.
—Eso e... ¡¡derecha, Scorpius, derecha!!
Al cabo de cuarenta minutos aquello se había hecho imposible de aguantar.
Así que me levanté, anuncié que iba a por algo de comida y subí de nuevo la colina del castillo.
Invertí todo el camino en mascullar entre dientes, rezongar y elaborar múltiples protestas contra mi prima Rose, lo cual, todo sea dicho, fue bastante liberador.
Y, tras aquello, al entrar en las cocinas, los elfos domésticos me trataron con su amabilidad y atenciones exageradas. Me dieron una bolsa de papel marrón gigante con sándwiches, manzanas, zumo de calabaza y unos dulcitos de crema.
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ME LLAMAN AL (a Hogwarts story II)
FanfictionAl necesita un poco de tranquilidad. Desesperadamente. Su vida hasta los quince años ya había sido bastante compleja. Tener que lidiar con ser el "hijo deshonroso" de Harry Potter y soportar las miradas críticas de todos ya había sido suficiente. Ad...