Capítulo Cuarenta y Ocho: Akira

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—Mis muertos—maldijo Theo, impactado por la noticia.

El búlgaro se echó hacia atrás, toquetándose el piercing de la oreja como si estuviese siendo presa de un ataque epiléptico.

—Sí—se unió Rose a la maldición, llevándose las manos a lo alto de la cabeza.—Los tuyos, los míos, los de éste y los de aquél. Que nosotros cuatro juntamos más muertos que un maldito episodio de Game of Thrones.

En aquellos momentos, yo estaba muy concentrado en agachar la cabeza para que mi cara no reflejase lo acojonado que me sentía.

—Bueno...—Scorpius sonaba vacilante. Yo no podía verlo a través de las greñas que me caían por la frente, pero podía escucharlo.—Todo el mundo sabe que la tumba de Dumbledore se encuentra en los terrenos de Hogwarts. Tampoco puede ser tan difícil dar con ella... ¿no?

—¿De qué cojones hablas, Scorpius?—levanté la cabeza.

Al hacerlo, me fijé en que los tres habían formado una especie de triángulo frente a mí.

A pesar de lo diferentes que eran unos de otros, me miraban de forma similar: con miedo e incomprensión.

—No crees que vamos a allanar la tumba de una persona sólo para poder quitarle una varita, ¿verdad que no?—alcé mucho las cejas, a la espera de una respuesta.

Sólo que mi amigo no contestó. Lo único que hizo Scorpius fue gesticular con la cabeza y cerrar la boca.

Me froté la cara con fuerza. No podía creerlo.

—¿Me estáis diciendo—exclamé entre dientes—que no veis ningún problema en hacer lo mismo que los magos tenebrosos? ¿Es eso?—con los brazos en jarras, contemplé a mis tres amigos, y al ver que ninguno parecía dispuesto a responder, continué:—¿En hacer lo mismo que el puto Voldemort?

—Al...—intentó intervenir Rose.

—No, Rose. Ni. Se. Te. Ocurra—la señalé. Cerré los ojos un momento, intentando tranquilizarme, pero no sirvió una mierda, así que los volví a abrir.—Diré su nombre todo lo que me dé la gana. Voldemort, Voldemort, Voldemort, Voldemort, Voldemort. Qué más da, ¿no?—abrí los brazos.—Si hace ya más de veinte años que está acurrucado en posición fetal en el Más Allá.

Fingiendo pensar, me toqué la barbilla. Mi tono era de lo más sarcástico cuando retomé la palabra:—Ah, no. Que va a dejar de estarlo en poco más de un mes, cuando Delphini consiga la piedra, ¿no es así?

—Albus...—se mordió el labio Rose.—Creo... que estás demasiado alterado.

—¿En serio? No. ¿De verdad lo crees, Rose?—me llevé las manos a la boca, fingiendo sorpresa.—¿Sabes lo que yo creo?—me acerqué a ella, como si fuese a contarle un secreto.—Creo que vosotros estáis demasiado relajados.

Solté una carcajada irónica, que retumbó en las paredes de piedra.

Pude ver que Rose miraba a un lado y al otro, examinando el pasillo, pero en aquel corredor estrecho junto al despacho del director sólo estábamos nosotros.

Abriendo el bolsillo exterior de mi mochila, comencé a rebuscar como un loco, apartando trozos rotos de plumas y envoltorios de caramelos.

Levanté un pedazo de pergamino.

—Ayer recibí esto—señalé con la cabeza a las breves líneas de tinta negra.—¿A alguien se le ocurre lo que es?—no esperé a que me contestaran.—¿No? Es que a nuestros queridos amigos mortífagos les va muy bien y ya han encontrado el Negro Libro de la Oscuridad

ME LLAMAN AL (a Hogwarts story II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora