Capítulo Veinte: Palomitas

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Un idiota me dio un codazo y casi se me caen las palomitas por su culpa.

—Mira por donde vas—tuvo además la valentía de espetarme.

Compuse una mala cara.

—Púdrete en el infierno—respondí mientras echaba a andar de nuevo por las gradas.

Los días de partido de quidditch siempre eran un hervidero de nervios para todo el mundo. La gente solía estar más irritante de lo acostumbrado... lo cual me daba ganas de lanzarles con una bludger.

Pero, a juzgar por los ánimos de los asistentes que se sentaban en la grada, aquello parecía más un juego de bingo que un partido.

¿Por qué?

La respuesta es simple: Charlie Lowell.

Charlie Lowell es uno de los mejores amigos de mi hermano James (y mellizo de Harriet) y, al igual que a él, le apasionaba el quidditch. Tanto, que logró el año anterior llevar a Hufflepuff a la victoria.

Pero, como este año no estaba él, el equipo de los tejones había vuelto a un estado deprimente.

Por otra parte, Slytherin tampoco tenía mucha mejor suerte.

No sólo por Scorpius, sino porque más de la mitad de nuestros jugadores eran novatos sin mucha experiencia.

Así que eso daba como resultado el juego de quidditch más aburrido de la historia de Hogwarts.

En la afición ya ni se molestaban en animar. Cuando pasé por delante de unas supuestas "fanáticas" de Hufflepuff, vi que estaban echando una partida de gobstones.

No obstante, un poco más allá...

—¡Vamos, panda de descerebrados! ¡Moved la escoba!—Rose, la perfecta prefecta, hacía ademanes que hubiesen escandalizado al mismísimo Satán mientras se desgañitaba.—¡Venga, venga, venga, Warren, sigue así! ¡A tu derecha! ¡Tu otra derecha, pedazo de estúpido! ¡Eso es! ¡Van a por ti! ¡Cubridlo, cubridlo, cub...! ¡PANDA DE INÚTILES INCOMPETENTES!

Hagamos como Scorpius y miremos el lado positivo: Rose estaba echando tanta saliva que el césped iba a quedar regado para todo el fin de semana.

Hablando de Scorpius...

Me esforcé por encontrarlo con la vista y lo hallé junto al poste del comentador, un chico llamado Nathaniel que se había quedado dormido. A su lado estaba la profesora McGonagall, que de seguro que estaba pensando "no merece la pena despertarlo por esto".

Por lo menos, Scorpius estaba intentando hacer algo. Mi amigo llevaba los treinta minutos de partido llamando la atención de las bludgers para que lo persiguiesen a él y dejaran en paz al resto del equipo.

Había escuchado cómo Rose se lo advertía antes del partido:

—Hasta que no veas la snitch, manten tu trasero al margen—le había repetido mi prima varias veces, sin dejar de mirar con desprecio el uniforme verde de mi amigo.—Deja que el resto del equipo haga su trabajo... aunque si puedes ayudarlos en algo, hazlo. Y, ¿Malfoy?

—¿Sí?

—Espero sinceramente que perdáis, porque la Copa de Quidditch de este año lleva el nombre de los Griffindor encima.

La profesora McGonagall estaría orgullosa de su nueva capitana.

Un poco más atrás, Theo estaba sentado en una grada con las piernas cruzadas al estilo indio. 

En sus labios había un cigarro encendido, y su frente estaba tremendamente arrugada por la concentración que le suponía intentar leer el libro que apoyaba en sus rodillas.

ME LLAMAN AL (a Hogwarts story II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora