Capítulo Dos: Aviso de muerte

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Debimos apresurarnos para llegar al desayuno antes de que las clases comenzaran. 

De hecho, apenas conseguimos cinco minutos de tranquilidad para comer, y me vi corriendo por los pasillos con una tostada de mermelada envuelta en una servilleta.

Scorpius, a mi lado, bebía zumo de naranja de un termo con pajita.

Por si fuese poco, nos tocó subir hasta la cima de una de las torres del castillo. Jadeando y sudando, Scorpius accionó una escalerita, y ambos ascendimos hasta acabar aterrizando en clase de Adivinación. 

Todas las cabezas se volvieron a mirarnos.

—Perdone el retraso, profesora—dije, cogiendo mis libros con fuerza contra el pecho.

Odio ser el centro de atención.

Normalmente, cuando me encuentro en esa situación, las cosas no acaban bien.

—Tranquilo, Albus—una voz femenina que sonaba tremendamente irritada me contestó antes de que la profesora Trelawney pudiese hacerlo.—Únicamente os estabais perdiendo cómo la profesora Trelawney, aquí presente, no acepta mi idea de que el mundo no va a acabar dentro de nueve meses exactamente.

Una pelirroja dirigió una mirada fulminante a la mujer que impartía la asignatura.

Rose Granger-Weasley no era la persona con mayor paciencia con la Adivinación. De hecho, nadie entendía por qué, después de dos años, continuaba escogiendo la asignatura como optativa. 

Probablemente, para demostrar que era la más lógica de todos. Exactamente igual que su madre.

¿Qué tiene todo el mundo con querer ser copias de sus padres?

Señalé dos asientos apartados en una mesa del rincón, y Scorpius me siguió con una sonrisa. La profesora Trelawney se hallaba demasiado enfrascada en la discusión con Rose como para regañarnos:

—Querida, está todo muy claro—señaló una servilleta blanca, sobre la que había algunas gotas de agua empapándola.—Esa gota forma las alas, y esa mancha de ahí es un pico... No hay lugar para dudas: es un augurey.

—¿Por qué sigue insistiendo en el augurey?—negó con la cabeza Rose.—¡Bien podría ser un fénix! Y todo el mundo sabe que los fénix son símbolo de valentía y esperanza.

—Esto probablemente pueda seguir por un buen tiempo—susurró Scorpius, dejando su zumo en la mesa.

Le di un último mordisco a mi tostada, sacudiéndome las migas de las manos. Justo en aquel instante me percaté de que había un testigo de mis movimientos: sentado en una mesa más cerca de Rose que de nosotros, el idiota búlgaro no apartaba su mirada de mí.

Theodor Voderikavov.

Lo miré, ceñudo, y él sonrió de forma ladina y malvada.

Maldito psicópata.

Aparté la mirada.

Preferí centrarme en los útiles que teníamos en la mesa. Una jarrita con agua, dos copas y un montoncito de servilletas se apoyaban sobre un mantel de terciopelo.

—Creo que tenemos que beber el agua y apoyar la copa vacía en la servilleta—señaló Scorpius, sirviendo un poco de agua de la jarrita en las dos copas.

Apoyé la cara en la palma de mi mano, aburrido.

¿Por esto había corrido y me había perdido el desayuno?

—Por lo menos es una alternativa a las bolas de cristal—añadió Scorpius. El eterno optimista.—¿Te acuerdas de las últimas clases del año pasado, cuando la pandilla de Francis las utilizaron como quaffles?

ME LLAMAN AL (a Hogwarts story II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora