Capítulo Treinta y Cinco: Squib

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Al entrar en el Caldero Chorreante, una silla fue arrastrada; alguien se levantó de una de las mesas de forma inmediata.

—¿Dorian?

Dorian, el mejor amigo de Theo.

Fruncí el ceño.

Theo se adelantó enseguida a abrazar a su amigo.

Yo me entretuve un poco más en cerrar la puerta con cuidado, intentando que no entrase nieve en el establecimiento.

—Deje eso, señor Potter—un chiquillo rubio con los ojos azules se acercó corriendo.—Ya lo hago yo.

—Gracias, Jackie—contesté al hijo mayor de Tom, el dueño del establecimiento, quien me reconoció por todas las veces que había estado allí con mi padre.

Cuando el niño se inclinó para tomar mi abrigo, decliné con una sonrisa.

—No te preocupes, no hace falta. Gracias—insistí, negando con la cabeza.

No me gustaba sentir que otras personas me servían. Yo no era más que nadie.

En aquel momento, escuché mi nombre en mitad de una conversación repleta de palabras búlgaras y volví al motivo por el que estábamos allí.

Los dos otros chicos me estaban mirando.

Dorian, junto a Theo, se adelantó para tenderme la mano.

—Encantado de volver a verte, inglés—dijo ladeando la cabeza.

Sus maneras relajadas me recordaron a las de una pantera. Podría atacar en cualquier momento, pero elegía dar una apariencia tranquila. Todo era falso, una actuación.

—Sí... lo mismo digo—tras un instante de duda, me decidí a estrecharle la mano bajo los guantes.

Dorian asintió con la cabeza y señaló la mesa en la que una taza de café y un periódico estaban apoyados.

—Sentaos, anda. Parecéis puñeteros pescados del norte—y soltó una risa que sonó como un ladrido.

Theo obedeció encantado, ubicándose frente al asiento de su amigo.

Sin embargo, yo me lo pensé un poco más.

—No lo entiendo—cambié mi mirada de uno a otro, aún de pie.—¿No se suponía que era tu tío el que quería que volvieses?

Dorian miró entonces a Theo, alzando una ceja.

Ambos compartieron una mirada seria y algo cómplice que me hizo sentir que sobraba.

—Es complicado...—empezó Dorian, pero entonces Theo alzó la mano e hizo un gesto en dirección de su amigo.

Del tipo "yo me encargo".

Luego, Theo me miró a mí.

—Mi tío... ya he desaparecido varias veces, y él siempre manda a Dorian a por mí—Theo me ofreció su sonrisa de asesino en serie.—Aún no sé cómo lo hace, pero él es capaz de encontrarme me meta donde me meta—ahí, Theo miró al susodicho.—Parece que me haya puesto un hechizo localizador...

—¿Y cómo estás tan seguro de que no lo he hecho?—Dorian se repantingó en su silla, tumbado sobre el respaldo, con un brazo hacia atrás, y las piernas estiradas.

Theo soltó una carcajada.

Llamadme loco, pero aquello no me tranquilizó ni un poco.

Acabé por ubicarme en la silla junto a la de Theo mientras luchaba por desabrocharme el primer botón de mi abrigo.

ME LLAMAN AL (a Hogwarts story II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora