Capítulo Cincuenta y Seis: James

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 —Nadie que no sea yo, naturalmente—añadió James rápidamente.

Abrí los ojos como platos.

—¿¡De dónde sales tú!?—exclamé con voz chillona.

—Del útero de Ginevra Potter, hace dieciocho años.

Puse los ojos en blanco.

—James, ¡no tenemos tiempo para tus gilipolleces! Además, ¡los comentarios sarcásticos son lo mío!

—Qué bicho tan feo, ¿no?—comentó James señalando el cuerpo de Vladimir Dragov.

Después, se dio la vuelta para buscar la ropa que había perdido en la escalera.

Cosa que agradecí. No soportaba la visión espeluznante de su cuerpo desnudo por más tiempo.

—Sé perfectamente lo que te estás preguntando ahora mismo—comentó él mientras se subía los pantalones.—Y la respuesta es: sí, nací ya con este cuerpo serrano.

—¡Eso no es lo que me estaba preguntando!—protesté, haciendo que la silla se arrastrase por el suelo.—¡Ni siquiera está en el top cinco de las preguntas de mi cabeza! James—le llamé la atención—, ¿eres un animago no registrado?

—Sip. Guay, ¿verdad?

—¡No! ¡Nada de "guay, ¿verdad?"! ¡Es ilegal! Mamá y papá no lo saben, ¿no?

—Noooo—me confirmó James al momento, metiendo los pies dentro de las viejas Converse.—Y tú me vas a guardar el secreto, hermanito.

—Lo que sea. ¿Cómo has llegado de repente?—pregunté, sin fiarme un pelo.—No te he visto subir las escaleras...

James levantó la capa de invisibilidad que debería estar en mi habitación en Hogwarts.

—Te la he robado. Yo te la regalé, así que sigue siendo mía en parte—se encogió de hombros con total despreocupación.—Ah, por cierto: los dormitorios de Slytherin son más horrorosos de lo que siempre creí.

Puse los ojos en blanco por segunda vez en menos de cinco minutos.

—Sigo sin entender qué haces aquí.

—¿Cómo que no? ¡Si os avisamos de que vendríamos por carta! Mira, llegamos a la hora de cenar, y no te veíamos, pero el tío Percy insistió en que era algo normal en ti y que no había razón para preocuparse—comenzó a charlar animadamente James, como si no estuviésemos en una situación de vida o muerte y como si yo no continuara atado de pies y manos a una silla.—Pero Harriet...

—¿Harriet también está aquí?

—Calla, Culebra. Es de mala educación interrumpir a las personas cuando están hablando.

—Tú lo has dicho. A las personas.

—Harriet insistió en que te buscáramos—continuó James como si yo jamás hubiese abierto la boca—y por el pasillo nos encontramos al otro búlgaro, a Duncan...

—Dorian.

—¿Y qué he dicho? Dorian. Me ofreció un cigarro gratis—señaló James, pasándose las manos por su cabello negro.—Muy buen chaval, la verdad...

—James, ¡céntrate!

—Guau, hermano. Deberías probar a relajarte—me señaló James, mirándome con una ceja alzada.—Te noto un poco tenso.

—Humm. Me pregunto por qué será—hice un gesto obvio de cabeza hacia las cuerdas que me ataban.

Gesto que James volvió a ignorar.

ME LLAMAN AL (a Hogwarts story II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora