Capítulo Veintitrés: Croquetas

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Los guardias nos obligaron a desaparecernos con ellos, a aterrizar en un barrio residencial de un pueblo que no conocía.

Más tarde, daría gracias a que aún era sostenido por uno de los guardianes de Nurmengard. Si no, quizá hubiera dado con la boca contra el suelo.

Ellos se miraron entre sí.

—¿Seguro que es aquí, chico?—preguntó el guardia que se encontraba detrás de mí.

—Sí...

—Como nos estés engañando...

No le hice caso y me deshice de su agarre.

Una hilera de pequeñas casas de piedra, idénticas unas a las otras, se hallaban edificadas delante de mis narices. Miré al número 31 y subí los escalones de su porche con la cabeza aún embotada por la desaparición.

Toqué a la puerta.

—Albus, ¿qué es esto?—empezó a preguntar Scorpius detrás de mí, audible y visiblemente nervioso.

—Confía en mí.

—Por supuesto que confío en ti. Sólo me preguntaba donde estábamos—miró a todos los lados de la calle.—El idioma de las señales de tráfico no es inglés, ¿lo has notado?

—Claro que no lo es. Aquí vive...

La puerta se abrió delante de mí, y una chica joven, con una rebelde mata de rizos rubios, surgió de la casa.

Harriet y yo cruzamos una mirada.

Sus ojos, como los míos, eran verdes, pero no de la misma tonalidad. En sus iris había una mezcla de verde oscuro y marrón café que transmitía sensación de calidez.

—Albus—empezó a sonreír.—Scorpius, ¿qué...?

Su vista voló hacia nuestras espaldas, donde seguramente media docena de temibles guardianes de Nurmengard aguardaban expectantes.

Nos habían pedido que les dijésemos el nombre de un adulto responsable que pudiera hacerse cargo de nosotros, ¿no?

Pues ahí la tenían.

La mirada de Harriet se aceró, causándome una mueca de alegría.

—Entrad—se hizo a un lado para dejar un hueco en la puerta.—De esto me encargo yo—determinó con decisión.

Sonreí.

"Todos tuyos, Harriet."

Obedecí (a pesar de las ganas que tenía de ver el espectáculo) y entré en la casa.

No era gran cosa, pero aún así se me antojó agradable. Tenía dos plantas, y la primera era ocupada por una sola sala que hacía las veces de cocina y sala de estar.

Más allá había dos sofás en torno a una pequeña mesita de café; en un rincón se había instalado una televisión desvencijada.

A mi izquierda había una mesa para comer, y a mi derecha la zona de la cocina.

Una sartén emitía un olor delicioso.

Y había un chico sin camiseta cocinando algo en ella.

Rose, a mi lado, carraspeó. Mi prima tenía un brillo en los ojos, mientras que yo ya quería apuñalarme a mí mismo con un tenedor.

El chico sin camiseta se volvió.

—¡No me jodas! ¡Rose!—él se lanzó a abrazar a mi prima con un solo brazo. Rose se echó a reír.

ME LLAMAN AL (a Hogwarts story II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora