Capítulo Veintiocho: McDonald's

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Navidad.

Hay dos tipos de personas cuando hablamos de la Navidad.

El primer grupo es en el que yo me ubico. Se trata de aquellas personas que realmente no nos gusta la Navidad; lo que preferimos es el tiempo libre, la inmensa cantidad de comida y la vida sin estrés.

Y luego está el tipo de personas... que son como Scorpius.

—¡Vamos, Albus, venga!—mi amigo tiraba de la manga de mi chaqueta como un burro tira de un arado.

Con mucho, mucho esfuerzo

—¡Vamos a tener que correr, o si no, perderemos el tren! ¡Y no puedo permitir que eso pase! ¿Quién decorará la casa con papá entonces?

—Scorpius, ya he corrido este año más de lo que me correspondía en toda una vida. Puedo andar rápido, pero eso será todo.

—Espero haberme acordado de todos los regalos—cavilaba Scorpius a mi lado, andando como un pato por la nieve, pues no prestaba atención.—Cada año me agobio pensando que me olvidaré de alguien y, entonces, él o ella se sentirá mal. ¿Cómo lo harán las personas con muchos amigos y grandes familias que los quieren para recordar a todo el mundo?

—Se lo preguntaré a los abuelos Weasley cuando los vea.

—Saluda a la abuela Molly de mi parte. Pensar en ella siempre me recuerda a sus deliciosos pasteles de zanahoria—Scorpius soltó un suspiro. El aire salió de su boca en forma de vaho.—Sabes de qué pasteles te hablo, ¿verdad, Albus? Esos con crema y chispas de chocolate por encima... Creo que voy a intentar hacerle uno a papá. ¡Pero no uno comprado en una tienda! Pienso hornearlo yo mismo. ¿Crees que quede sabroso, Albus?

—No lo sé, Scorpius.

Llevaba dos semanas rodeado de personas con el mismo espíritu navideño que Scorpius.

En aquellos momentos, tenía acumuladas en mi interior unas ganas extremas de coger un bate de béisbol y atizarle a alguien como a una piñata.

Scorpius volvió a mirar el reloj, y sus ojos azules se abrieron de golpe.

—¡Perderemos el tren! ¡Corre, Albus, corre!—y él mismo emprendió la carrera colina abajo.

Yo me limité a meter las manos en los bolsillos y continuar caminando a la misma velocidad de siempre.

Acabamos sentándonos en el último vagón del tren que, por algún extraño milagro de la magia, hallamos vacío.

Scorpius se colocó al lado de la ventana, y yo hice lo mismo en frente de él.

Me deshice de mi abrigo, haciéndome una bola en mi asiento, y saqué un crucigrama del bolsillo exterior de mi mochila.

—Scorpius... ¿eso es una manta?

—Sí—confirmó mi amigo sin pestañear. Comenzó a desdoblarla con mucho cuidado para que no le saliesen arrugas.—Creí que sería buena idea traerla para un viaje tan largo. Mamá siempre decía que "una buena manta siempre será tu amiga a la hora de evitar frío, catarros y malos pensamientos".

Denotando una tremenda convicción en sus palabras, Scorpius extendió la cálida tela amarronada sobre las piernas de los dos, para que así ambos pudiéramos sentirnos abrigados.

—¿Eso es un crucigrama?—preguntó sonriente.

—Todo tuyo—le ofrecí la hoja doblada, y también un trozo de pluma del fondo de mi bolsillo.—A mí no me apetece rellenarlo.

—¡Genial! Los juegos de palabras son mis pasatiempos favoritos.

Ya lo sabía. De hecho, había traído el crucigrama para Scorpius. Yo los detestaba. Hacían que me doliera la cabeza.

ME LLAMAN AL (a Hogwarts story II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora