Capítulo Diez: Ganchitos de queso

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Frío.

Mucho, mucho frío.

—Parece que vaya a nevar—levantó la vista Scorpius hacia el cielo.

—No seas tonto, Malfoy. Estamos en octubre, por el amor de Bathilda Bagshot—ésa era Rose.

No, aquella no era ninguna de mis pesadillas, aunque bien podría haber resultado ser así.

Había amanecido mucho más despierto de lo normal. Gracias a la poción que me había recomendado Rose, ese misterioso "demonio de la nieve" no me había molestado durante el sueño, lo cual era de agradecer.

Casi me da un infarto al despertarme y ver una figura de pie en la oscuridad, pero resultó ser solamente Sean.

Es sonámbulo.

No obstante, en Hogsmeade hacía un frío que pelaba.

Y en lugar de refugiarnos en algún lugar calentito, como Honeydukes, y comprar gominolas deliciosas, nos estábamos dirigiendo al lugar de correos mágico.

—Estoy deseando averiguar más sobre ese intrigante mensaje—comentó Rose. Había tenido la buena vista de abrigarse con unos guantes y bufanda.—¿Y si se trata de algún fantasma que desea que vengues su muerte? ¿O un pobre inocente encerrado en algún lugar maldito que necesita que lo rescatemos?

—Espero que no—contuve un escalofrío.—No soy capaz ni de encargarme de mis problemas, así que no me apetece solucionar los de otras personas.

—Pues me parece que no tienes elección.

A mí también me lo parecía.

Desgraciadamente.

Me sumí en un silencio taciturno y, con las manos en los bolsillos, contesté con monosílabos a las tentativas de conversación de Scorpius.

El pobre se moría por hablar con alguien que no lo regañase constantemente.

Casi me alegré cuando llegamos a aquella tienda pequeña, roja y con la puerta repleta de plumas.

—¿Qué le ha pasado a este sitio?—lo examinó Scorpius.

—Los dueños murieron hace poco de cáncer—contestó Rose como si nada.—Lo ha heredado su hijo, un estúpido que ni siquiera limpia una vez a la semana las jaulas de sus lechuzas. El olor es insoportable—puso la mano en el pomo.—Así que mejor contened el aliento.

Rose no había exagerado.

Nada más entrar, una enorme peste a heces nos azotó en la cara con tanta fuerza que los ojos me lloraron. El lugar estaba repleto de palos cagados donde se apoyaban las aves, y un sinfín de plumas que estaban en... bueno, en todas partes.

Scorpius pisó algo con un sonido sospechoso.

Iba a levantar su pierna para examinarse la suela del zapato, pero lo detuve:

—No—negué con la cabeza.

Él bajó el pie con mucho cuidado.

Hay cosas que es mejor no saber nunca.

Rose, como de costumbre, no había esperado a nadie, y ya avanzaba por entre las lechuzas con su habitual seguridad. Al seguirla, descubrimos que se apoyaba en un mostrador donde había un chico.

—Hola—dijo, intentando hacerse la simpática.

El muchacho que había al otro lado del mostrador ni la miró. Estaba muy ocupado contemplando cómo dos ratones de papel se peleaban delante de sus narices.

ME LLAMAN AL (a Hogwarts story II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora