Capítulo Cincuenta y Dos: Dorian

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 Theo's pov:

 Me encanta el agua.

Siempre me ha gustado, desde que era pequeño.

Hay algo especial en zambullirse y quedar bajo la superficie de las olas, con los oídos taponados.

La mente se limpia, y casi parece que los problemas permanecen arriba, junto al oxígeno.

Además, al agua no se le puede poner rejas.

El agua siempre será libre.

Solía pensar bastante en eso cuando estaba encerrado metros bajo la superficie de la tierra, en Nurmengard.

Cuando los gritos de mis pesadillas aumentaban de volumen hasta reventar mis tímpanos, yo imaginaba que me convertía en agua y salía de allí fluyendo.

El chirriante y viejo barco se balanceaba ahora mismo en mitad de una enorme masa de agua.

Cerré los ojos, eché la cabeza hacia atrás y respiré.

Bloqueé los malos pensamientos, igual que me había acostumbrado a hacer, y la sensación de ahogo.

—¿Disfrutando de los últimos minutos de libertad?

No me hizo falta abrir los ojos para escuchar a Dorian hacer equilibrio entre las cuerdas hasta llegar donde yo estaba: el punto más alto del barco, la zona del vigía.

—Sólo vuelvo al colegio—contesté, dejando que la brisa salada me golpease en la cara.—No camino hacia el patíbulo.

—Tío, te lo digo en serio: ese edificio parece una cárcel.

Me permití una breve sonrisa.

Era divertido porque ambos conocíamos el verdadero significado de la palabra "cárcel", y no tenía nada que ver con Hogwarts.

Hay cárceles mucho peores. Las más oscuras se ocultan dentro de nosotros.

Al alzar los párpados, pude ver por el rabillo del ojo cómo Dorian se sentaba a mi lado.

Sus piernas colgaron sobre el vacío junto a las mías.

Mi amigo se llevó un cigarro a la boca.

—¿Quieres?—preguntó, agarrando el objeto con los dientes.

La tentación estaba ahí.

Tener el humo en los pulmones y después exhalarlo.

Imaginar que con él se va también el dolor...

—No—decliné con la cabeza.—Lo estoy dejando.

A Dorian se le escapó un bufido divertido, pero asintió con la cabeza.

—Como gustes, hermano—contestó mientras se llevaba ambas manos a la boca.

Una, para encender una llamita en la punta de su varita.

La otra, para proteger al cigarro de la ventisca.

—Gracias por haber venido conmigo—dije, entrecerrando los ojos para ver mejor a mi amigo.—Podría haber conducido el barco yo solo.

—Nah. Serás el crack de los cracks nadando, pero apestas conduciendo—negó Dorian, tomando el cigarro con las manos y dejando ir el gris humo por la nariz.—Y a mi viejo le encantan los barcos.

Simplemente asentí, y volví la vista al frente, hacia el horizonte acuoso.

Pisos de madera más abajo, el señor Dobrev se encargaba de pilotar la embarcación hasta mi nuevo colegio, hasta Hogwarts.

ME LLAMAN AL (a Hogwarts story II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora