Sintió que su furia se transformaba en líquida casi palpable llenándole las venas. Estaba convencida de que solo una mala persona sería capaz de jugar una broma de tal magnitud, el asco y el terror que había sentido en esos momentos de desesperación cuando el tipo la estaba manoseando no se lo perdonaría. Se le hizo imperiosa su necesidad de trastornarlo, de volverlo loco, y si era posible de hacerlo sufrir, lo culpaba por el dolor que experimento recientemente al adentrarse en sus recuerdos y no dudó en hacerlo responsable y gatillante de este. Su lado más oscuro salió a relucir dándole una idea tras otra ideando mil formas de revancha. Tomando una decisión impulsiva bajó por las escaleras a toda prisa hasta alcanzar el despacho que sabía que pertenecía a Eduardo, al girar el pomo de la puerta esta se abrió de inmediato y una sonrisa de satisfacción cruzó sus labios.
Eduardo se dirigía a su despacho, estaba cansado esa mañana, se había levantado más temprano que de costumbre con un montón de trabajo por delante, tampoco había logrado dormir mucho ya que la chica daba constante vueltas por su cabeza robando su sueño. Intentó hablar con ella después que volvió a la hacienda, pero cuando había subido las escaleras precipitadamente en su busca se encontró con María quien por primera vez lo enfrentó dejándolo estupefacto. Hecha una leona, María resguardaba la puerta del dormitorio de Eliza negándole el paso alegando que ella estaba profundamente dormida y que no debía ser molestada, a pesar de que usó todas sus armas para amedrentarla esta no cedió y tuvo que darse por vencido y dejar para el día siguiente su conversación pendiente.
Exhausto bajó, yendo directo a la cocina a buscar su dosis de cafeína mañanera. Prendió la cafetera y lentamente vertió los granos de café molido, una vez listo, bebió su café apoyado en la encimera. Dando un suspiro se dirigió hacia su despacho, sabía que tenía un largo día por delante, pero esperaba que todo pudiera quedar listo y dispuesto ya que necesitaba preocuparse por otro tipo de negocios más delicados. Dando otro suspiro abrió la puerta de su despacho, este se encontraba en penumbra a esa hora de la mañana, iba a dar un paso para entrar, pero algo lo detuvo, un ambiente extraño se cernía en aquel lugar, no era el mismo. Sus instintos le indicaron que algo había cambiado. Decidiéndose se adentró poco a poco sin encender ni un tipo de luz y en el momento en que sus ojos se adaptaron a la oscuridad que reinaba quedó congelado. Sus ojos recorrieron el desastre que se extendía a su alrededor, todas las carpetas archivadas se encontraban esparcidas por el suelo, su equipo de computación estaba inservible contra una de las paredes, varios muebles habían sido volcados y destrozados como si los hubieran aporreado, y ni hablar de todas las cosas que habían encima de su escritorio que ahora se encontraban desparramadas por el suelo. Absolutamente todo estaba destruido y esparcido, pero lo que lo dejo aún más perplejo fue que cada una de las paredes estaban marcadas con spray con insultos vulgares, el que definitivamente llamo su atención fue uno en particular en donde se leía "maldito perro lameculos inservible", frunció el ceño, solo una persona lo llamaba "perro".... De pronto un movimiento fugaz captó su atención, un par de largas piernas blancas saltaron desde el gran ventanal hacia el jardín trasero, no logró ver la cara del malhechor, ya que la figura estaba escondida tras la cortina, pero no necesitó pensarlo dos veces para correr tras esas piernas, en realidad no necesitaba pensar mucho ni adivinar de quien se trataba, lo sabía.
Corría con todas sus fuerzas, no era su intención haberse encontrado en el lugar cuando Eduardo entrara, pero este la había sorprendido dándole tiempo solo para esconderse un poco detrás de las enormes cortinas que colgaban junto al ventanal. Su respiración se estaba haciendo trabajosa, hace mucho tiempo que no corría de aquella manera. Mientras lo hacía sus ojos escaneaban el perímetro decidiendo hacia dónde dirigirse, el despacho tenía una ventajosa salida hacia la parte trasera de la casona a través del ventanal y esto la impulsó a utilizarla como vía de escape, pero al momento se arrepintió debido al terreno llano que se extendía a su alrededor dejándola al descubierto. Se fue poco a poco adentrando en el rancho y sin pensarlo más se dirigió a las caballerizas que era el único y primer escondite a la mano... contaba que pudiera salir luego por alguna parte trasera nuevamente o que lograra esconderse tan bien que Eduardo perdiera su pista, pero todo tenía que ser pronto ya que sus fuerzas disminuyeron considerablemente y el aire de sus pulmones parecía haberla abandonado. Al entrar a una de las caballerizas aminoró sus pasos para no asustar a los potros que se encontraban en el lugar, miró por encima de sus hombros, pero no había rastro de Eduardo, se le formó una sonrisita de satisfacción en la cara y se alabó por haberlo dejado atrás, al parecer ser un hombre tan enorme y fornido le quitaba agilidad. Se adentró un poco más y en el momento en que por fin miró hacia adelante su expresión de suficiencia se transformó en una de horror, parado frente a ella se encontraba su peor pesadilla... Eduardo. No era una chica que se sintiera acobardada por muchas cosas, ya había experimentado un poco de miedo real y palpable en su vida, pero esto la superó. Sus poros comenzaron a actuar sacando gotas de sudor a través de su piel, este pequeño detalle la distrajo un momento y se convenció de que solo estaba sudando por su alocada carrera, su corazón bombeaba, pero también le echó la culpa a la carrera, su piernas temblaban y al final junto con sus piernas todo su Cuerpo se puso a temblar, en un segundo razonó que después de todo no debía tener miedo porque, primero, ella era la nieta de don Hermes Rinaldi, el jefe indiscutido de todo el lugar, segundo, Eduardo era el perro faldero de su abuelo que le lamía los zapatos y por lo tanto no se atrevería a lastimarla para después enfrentarse a la furia de Hermes y perder todos los beneficios, ¿cierto? Tercero, ella era una persona con una sólida nacionalidad y sería sentenciado si la asesinaba, cuarto, después de todo no era el fin de la hacienda debido a todo el desastre que había hecho... Todo estaba respaldado, confiaba en ello, ¿verdad?
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HACIENDA RINALDI
RomanceEliza Rinaldi no puede olvidar su trágico pasado, todo el mundo estuvo en contra de su romance con un chico que parecía un verdadero ángel. Eduardo, administrador, socio y mano derecha de Hermes Rinaldi, hombre frío, cruel y cínico,,Y AMIGO, tendrá...