¿UNA TREGUA?

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Cuando hubo terminado su relato, el silencio se hizo cargo de la situación. María se encontraba congelada en su lugar sin moverse, y los ojos de Eliza aún se encontraban perdidos en la niebla del pasado, una lágrima salada llegó a los labios de María, y sin preguntar se abalanzó abrazándola, se quedó congelada, pero de todas formas aceptó su abrazo.

- Eliza, jamás imaginé... yo no sé qué decir, perdóneme por favor, no quería hacerla revivir esa historia... si yo hubiera sabido...

Eliza la tomó de los hombros alejándola de su cuerpo y fijó la vista en ella.

- María, no tienes la culpa de nada... no pasa nada, de todos modos, siempre los recuerdos van a estar ahí y me has dado un respiro, ¿sabías que jamás había compartido esto con nadie?

- ¿Tampoco con su amiga, Laura?

Eliza meneó la cabeza negativamente, y acto seguido se recostó, María comprendió la silenciosa petición y con cuidado se levantó de su asiento, y en un impulso bajó la cara hasta la altura de la de Eliza y le besó la frente.

- Gracias, Eliza, por confiar en mí.

- María, me sentí bien al confiar en alguien por fin.

María salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí, y justo al lado de esta, en el pasillo, se encontraba Eduardo, con la espalda y la cabeza apoyada en la pared. Sus ojos viajaron al rostro de María, ella alargó el brazo y le tocó un hombro, Eduardo asintió y vio como María se empezó a alejar por el pasillo.

Eduardo entró en su cuarto y sacándose la camisa se dirigió al baño y se salpicó el rostro con agua fría, luego se dirigió directo a su velador, lo abrió y saco el teléfono de Eliza. Lo miró por largo rato y su mente empezó a trabajar, jamás habría imaginado que la historia fuera tan sórdida, no podía imaginar el dolor que ella había estado viviendo y la angustia que sobrellevó. Con un gesto amargo prendió el teléfono de nuevo, y miró el mismo vídeo que la mostraba junto a Sebastián en la playa. Hace días atrás, cuando revisó el teléfono, había reconocido al sujeto, pero ahora con toda seguridad sabía de quién se trataba.

Pensó en ella, había sufrido su dosis justa de dolor y él no podía hacer nada para ayudarla, sus pensamientos pararon en ese punto, ¿por qué tan siquiera le importaba?, ¿quién era ella para él? Su mente no paraba de girar, ¿por qué una fierecilla peleonera, malcriada, caprichosa y estúpida no lograba ver lo que él tan fácilmente podía notar?, La incredulidad hizo que asomara una sonrisa burlesca en su rostro, ella no se daba cuenta que estaba casi curada del pasado, la había visto pelear, luchar con fuego en sus ojos, cosa que desmentía que tenía su alma muerta, había sido testigo de la poderosa fuerza que residía en su interior, ninguna persona que estuviera con el alma tan enferma habría sido capaz de enfrentarse a lo que se le presentara por delante, y con el relato recién escuchado se dio cuenta que Eliza no sentía amor por el tipo, tal vez al principio por ser su primer amor. Por lo demás, estaba seguro de que había sido una chiquilla impresionable, pero no ahora, porque si sintiera aún todo ese amor que decía tener no habría sido capaz de devolver sus besos y caricias con anterioridad, no se daba cuenta de eso porque realmente era estúpida, como tantas veces lo había pensado, estaba cegada y obsesionada con el recuerdo del tipo, y sabiendo lo terca que era lo seguiría estando por el resto de su vida. Arrugó el ceño, si estuviera en sus zapatos y aquella historia fuera su historia, odiaría al objeto de su amor y sin dudarlo le desearía las penas del infierno, habría dejado el cuerpo desangrándose al medio de la calle mientras reía felizmente. Sonrió cínicamente, por algún motivo jamás se había enamorado más allá de una sola noche estando entre las sábanas, y nunca permitiría que nadie entrara en su corazón, le gustaba la buena vida, la tenía, y estaba más que satisfecho con sus múltiples amores, por lo que no podía comprender el sufrimiento de ella, creía que solo le faltaba ser más práctica y nada más, ¿cómo podría una persona sufrir tanto por otra?, eso estaba fuera de sus límites de entendimiento, el sacrificio junto con el amor empalagoso y taimado estaba hecho para idiotas sin nada productivo que hacer, que le cayera un rayo inmediatamente si alguna vez llegara a sentir algo tan horrible como aquello llamado amor.

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