TODAS LAS HISTORIAS TIENEN UN FINAL... RECUERDOS PARTE 5 Y FINAL

101 10 0
                                    


Después de haberse prometido a sí misma pasar juntos y felices las migajas de tiempo que tenían antes de que las espadas cayeran sobre sus cabezas, se fue al dormitorio prestado en la casa de Boris, se acostó y no pasó mucho rato hasta que sintió como un peso hundía el colchón, ella se dio la vuelta y vio los hermosos ojos de Sebastián, tomó su cara entre las manos y lo besó con dulzura, él le devolvió el beso para luego abrazarla contra su costado, sonrió feliz al sentirse protegida entre los fuertes brazos de su amor.

Sebastián la abrazaba con fuerza, oliéndola y manteniendo control sobre sus impulsos, tenía ganas de devorarla ahí, justo en ese momento, solo que sabía que no podía, no quería que las cosas fueran precipitadas para después volverse dolorosas y caer en un error, se conformaba con tenerla contra su pecho y con una sonrisa, así cayó en un pacífico sueño junto a Eliza. Los ojos le pesaban, sentía arenilla dentro de ellos, con un suspiro estiró el brazo para alcanzar a Eliza, pero su lado de la cama estaba vacío. Con un brinco se incorporó y volteó a todos lados buscándola, ella no estaba por ninguna parte de la pequeña habitación, preocupado como el infierno recorrió el pequeño pasillo que llevaba a la salita de estar, no había nadie. Escuchó música proveniente de la cocina, caminó hasta el lugar y lo que vio lo dejó sin aliento haciendo que sus pantalones de repente le quedaran más estrechos. Ella estaba de espaldas a él frente al fogón de la cocina, con una larga y ancha camiseta que era de su propiedad y que a ella le llegaba a los muslos mientras movía las caderas al ritmo de la música, su trasero resaltaba contra la tela y sus ojos no paraban de recorrerla de arriba hacia abajo, no podía creer la suerte que tenía de que ella lo amara, era espectacular.

- ¿Acaso sabes cocinar?

Eliza con un gritito se dio la vuelta, y cuando vio que se trataba de Sebastián frente a ella apoyado contra el muro con su torso desnudo, no se aguantó las ganas y con un saltito se subió a él, enrollando sus piernas en sus caderas y besándolo ferozmente, Sebastián le devolvió más que gustoso el beso, y con una mano en su cintura y la otra en uno de esos suculentos muslos, caminó hacia el cuarto. Cuando alcanzó su objetivo cerró la puerta tras ellos, para luego estrellarla contra la cama cayendo sobre ella, siguieron besándose, no podía dejar de deslizar sus manos una y otra vez sobre los muslos de ella, notó como la camisa que ella usaba se había subido más allá de su cintura dándole acceso a su vientre, lo acarició con sus manos mientras sus labios bajaban por el cuello apoderándose de su clavícula, siguió bajando hasta que su boca y su lengua se hacían cargo del vientre de ella, no podía parar, era tan exquisita. Fácilmente podría estar días besándola sin cansarse, perdió un poco la cordura cuando notó como ella se contoneaba lo suficiente como para hacer que su camisa subiera dejándole al descubierto los senos, congelado levantó la vista lentamente y su autocontrol junto con sus buenas intenciones se fueron al traste, sin pensarlo se dirigió a ese lugar que ahora se mostraba en toda su gloria. Tomó un seno en su boca y lo succionó haciendo que ella se retorciera y jadeara, con una sonrisita fue al otro, mientras que con una de sus manos jugaba con el borde de su ropa interior.

Eliza sintió mariposas, una explosión de ellas, su pecho estaba electrificado por la boca de Sebastián, pero él estaba jugando, lo sabía, ansiaba que los dedos de él fueran a ese lugar íntimo que nunca había sido tocado por nadie y que dejara de jugar. Reuniendo valor, Tomó la mano de Sebastián dirigiéndola a su centro, grave error, Sebastián de inmediato se tensó alejándose de ella.

- ¿Qué deseas, Eliza?

- ya lo sabes – Respondió con un furioso sonrojo.

- No lo sé, tendrás que decírmelo.

- Pues yo... tócame Sebastián.

La mirada masculina bajó a su cuerpo y ella esperó mientras él hacia su análisis, tendida debajo de él, prácticamente desnuda, sus bragas torcidas en el costado mostrando su pelvis tentadoramente. Decidió que toda ella era demasiada tentación, por lo que una vez más mandó todo a la misma mierda haciendo gala de sus impulsos más primarios. Ansioso bajó la cabeza hundiéndose en la boca de ella, la besó con hambre mientras una de sus manos se metía dentro de las bragas, ella estaba ansiosa y ya casi podía sentir los dedos de Sebastián, justo ahí, donde los necesitaba...

HACIENDA RINALDIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora