EL PRINCIPIO DEL FIN

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Soñaba despierta con Eduardo, su corazón estaba hinchado con tanto amor que no podía parar de sonreír, si alguna vez le hubieran dicho que sentiría aquellas cosas por el hombre que tanto detestó en un principio hubiera apostado su vida a que eso sería imposible. Su corazón y su mente se sentían en paz, ya no tenía nada que reprochar ni tampoco buscar respuestas sobre nada. Sonrió al recordar a su abuelo, al fin podía pensar en él sin odiarlo ni desearle mal, la única espina que sentía era hacia su propia madre, esta no se comunicaba con ella, ni se quedó en la hacienda más de un día para saber cómo se encontraba. Ya no importaba, estaba tranquila y en paz. Se imaginó cómo sería su vida cuando su abuelo y Eduardo salieran de los problemas, lo primero que haría sería pedirle a su abuelo un buen viaje y que todos juntos se fueran de vacaciones a una isla tropical, rió cuando se imaginó a su viejo abuelo con un collar de flores y una tanga como traje de baño, decidió que lo mimaría y recuperaría todo el tiempo perdido. En cuanto a Eduardo, le robaría absolutamente toda la ropa negra que tenía y le renovaría su guardarropa con colores brillantes, solo quería esperar a ver qué tipo de reacción tendría con respecto a eso, de seguro se pondría furioso gritando y bufando a los cuatro vientos. Riendo por esto, se fue a su cama esperando que llegara el nuevo día junto con su Eduardo, tal y como lo prometió aquella tarde cuando se marchó. Se acostó y todas las emociones hicieron efecto sobre su cuerpo provocándole somnolencia. Cerró los ojos mientras caía profundamente dormida.

*****

Ruidos extraños invadieron sus sueños, sonaba como si fuera una gran fiesta con mucho griterío, también podía percibir ruidos parecidos a los truenos que chocaban contra el techo y paredes de la casa. En su estado de seminconsciencia podía percibir también, cómo una luz anaranjada entraba por las cortinas, decidió que tal vez ya estaba amaneciendo y que solo era el sol asomándose. Se acomodó acolchando las almohadas e intentó retomar el profundo sueño de hace un rato, pero los ruidos de los truenos y relámpagos junto con la luz del sol entrando por la ventana le impedían dormir,

¿Truenos, relámpagos y luz de sol?, Se sentó como un resorte en la cama y abriendo los ojos trató de enfocarse. Su respiración se detuvo...lo que estaba entrando por la ventana no era la luz del sol, se trataba de fuego. Quedándose congelada en la cama aguzó el oído, y lo que le parecieron truenos y relámpagos no eran más que disparos. Desesperada se asomó por la ventana, y lo que vio le quitó el aliento. Afuera los hombres corrían por todos lados disparando, mientras un exageradamente gran grupo avanzaba por la hacienda destruyendo todo a su paso. No se preocupó en vestirse, solo corrió fuera de su habitación perdiendo aliento, pues el ambiente estaba espeso y apenas podía distinguir algo a causa del humo. Tentando el camino corrió a la habitación de su abuelo, abriendo rápidamente la puerta entró al cuarto observando, pero la habitación se encontraba vacía, miró hacia todos lados desorientada mientras una lágrima caía por su rostro. No sabía qué estaba pasando, los pensamientos e ideas se le acumulaban en su mente sin darle paso al razonamiento, estaba totalmente bloqueada. De un momento a otro, terribles golpes provinieron desde abajo se sentía como si quisieran forzar la puerta principal, esto la sacó de su estado de estupor, y arrugando el ceño decidió que cumpliría con su promesa de defender la casa y prestar apoyo. Encaramándose encima de un pequeño mueble sacó una escopeta, corrió hacia el ventanal que daba hacia afuera horrorizándose por lo que veía...hombres corriendo de un lado a otro cayendo muertos casi al instante. Sin tener una oportunidad de sobrevivencia, luchaban desesperados en un vano intento de defender la hacienda, mientras otros con hachas y machetes cortaban extremidades sin parar de aullar como verdaderos depredadores. Algunos tiradores intentaban repeler el ataque con escopetas y metralletas, haciendo que el ruido fuera insoportable y que el olor a pólvora se esparciera por el lugar, pero por cada tiro que daban recibían una lluvia de balazos haciéndolos durar no más que un par de minutos vivos. La muerte extendía un oscuro manto en las verdes tierras de los Rinaldi tiñéndola de rojo. Con el aliento retenido en la garganta trató de no mirar más y concentrarse, con manos temblorosas cargó la escopeta con cartuchos que estaban a mano, y rompiendo los cristales de la ventana apunto y empezó a disparar. Como siempre dio en el blanco, se puso pálida al comprobar que provocaba la muerte de alguien, pero tampoco tenía otra opción, siguió disparando podía identificar muy bien a los que pertenecían a la hacienda de los intrusos, ya que la mayoría de estos eran hombres de color, con toda la entereza de la que fue capaz, siguió y siguió, hasta que un balazo llegó directo a su punto haciéndola comprender de inmediato que la habían descubierto. Miró hacia el techo pensando en lo que le había dicho a su abuelo sobre parapetarse ahí, pero decidió que en ese lugar sería un blanco aún más fácil de lo que ya era, por lo menos ahí se encontraba dentro de la casa y podría esquivar los balazos escondiéndose. Se sorprendió cuando pensó esto casi con tranquilidad, jamás hubiera imaginado que reaccionaria de esa forma, enfocó la mirada enganchando blanco, disparó haciendo caer a otro hombre y fue en ese entonces cuando la mayoría de los disparos se concentraron en el punto donde se encontraba. Haciéndose a un costado de la ventana y apoyándose en la pared, cargó un cartucho dispuesta a salir nuevamente pero ya no pudo hacerlo más, algo parecido a un cohete traspasó la ventana cayendo en la habitación echando humo. Por instinto corrió afuera y en cuanto lo hizo estalló, su visión se volvió borrosa debido al polvo, fuego y humo, tendida sobre su estómago trató de incorporarse, y un grito salió de sus labios cuando unos disparos provinieron desde la planta baja. El nombre de Eduardo apareció en sus labios y su imagen se dibujó en su mente. Sollozó con la cara pegada al suelo, llamándolo en su mente desesperada. De pronto unas manos la halaron del antebrazo poniéndola sobre sus pies.

HACIENDA RINALDIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora