La mañana había ido pésima, de mal a peor, no tenía palabras para su nivel de frustración. Era verdad que andaba distraída con toda la maraña de sentimientos y pensamientos dentro de su cabeza y alma, pero no era motivo suficiente para que fuera todo tan mal. Perfecto, ahora sería el hazmerreír de todos y especialmente de Eduardo, sin contar con la mirada de decepción de su abuelo, no es que estuviera muy preocupada por la decepción de este, pero le daba un motivo para que le echara en cara todo lo incompetente que podría llegar a ser. Primero, se le habían quedado los cheques del depósito encima de la mesita del salón, percatándose de ello después de esperar su turno que tardó casi más de una hora. Luego le fue realmente mal con el proveedor, ya que cuando fue a buscar los encargos con la lista que le había dado Hermes, la miraron como un bicho raro, preguntándole dónde estaba "el jefe", claro obviamente se referían a Eduardo. Impaciente les trató de explicar una y otra vez que había sido enviada por Hermes, pero estos no la escuchaban. El colmo de la situación llegó a un punto culminante cuando un inmenso hombre, que al parecer era el encargado de todo, la hizo aullar de dolor al tomarla del brazo empujándola cruelmente fuera del lugar. Furiosa no cejó en su empeño exigiendo que la atendieran, al final terminó por insultarlos con todas las palabrotas de las que fue capaz, y ante esto, los hombres indignados, no se pararon a escucharla y terminaron por dejarla sola con su rabieta. Ahora iba sentada en la parte trasera del auto con los brazos fuertemente cruzados sobre su pecho, mirando hacia afuera el paisaje que pasaba como un manchón ante sus ojos, era encantador todo lo que se podía apreciar con ese tono verde esmeralda que proporciona la humedad, pero esto no significaba nada para ella que solo se limitaba a ver sin mirar, totalmente pérdida en sus pensamientos. De un momento a otro jadeó y se acordó del último encargo, la vecina, claro, ahí estaba la oportunidad de demostrar que por lo menos había hecho eso bien. Con una brusca orden le pidió al conductor del auto que se dirigiera a la hacienda contigua.
No pasaron más de treinta minutos cuando se vislumbró el ingreso a la hacienda, se alzó un poco en su asiento para tener una mejor vista, sentía curiosidad por los vecinos y también por la hacienda, ¿quién viviría en esos terrenos?, ¿sería tan enorme y fastuosa como la de Hermes?, ¿también en ese lugar existiría un diablo arrogante y malvado? Salió de sus pensamientos cuando el auto se puso a recorrer el camino que llevaba a la casa, este no tenía el impecable cuidado de los jardines de la hacienda Rinaldi, sino más bien era como si hubieran dejado la vegetación crecer a su antojo. Cuando llegaron frente a la casa quedó un poco desilusionada, ya que esta parecía estar cerrada y no se lograba vislumbrar a nadie. Bajó del auto y caminó a una de las esquinas, sigilosamente se acercó a las ventanas y trató de mirar hacia dentro, no lo logró, pues las ventanas se encontraban con las cortinas echadas. Retrocedió unos cuantos pasos hasta que impactó con algo duro, sobresaltada miró hacia atrás y casi cayó de culo, ante ella se hallaba un chico de casi dos metros de alto sonriéndole, Eliza intencionadamente retrocedió unos pasos estudiándolo de arriba abajo, el chico se quedó quieto ante el descortés escrutinio. Volvió sus ojos a él con curiosidad y este le volvió a regalar una enorme sonrisa, el muchacho era joven, desgarbado y de estilo simple, poco robusto, aunque bastante alto. Sus ojos eran brillantes llenos de un entusiasmo y carisma poco común,
- ¿Pasé la prueba?
- ¿Qué...?
- Me estabas analizando y valorándome, ¿pasé la prueba?
Eliza se puso una mano en la cintura y sonrió sinceramente, pues el chico no estaba coqueteando ni tampoco tenía una mirada burlona ni condescendiente como la hubiera tenido Eduardo en su lugar... y otra vez con lo mismo, ¿es que siempre iba a estar metiéndose en sus pensamientos?
- Sí, la pasaste, aunque creo que tendré que ir a buscar pronto un piso o algo para subir y mirarte a la cara sin sufrir lesiones graves en mi cuello.

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HACIENDA RINALDI
RomanceEliza Rinaldi no puede olvidar su trágico pasado, todo el mundo estuvo en contra de su romance con un chico que parecía un verdadero ángel. Eduardo, administrador, socio y mano derecha de Hermes Rinaldi, hombre frío, cruel y cínico,,Y AMIGO, tendrá...