RECUERDOS... CUARTA PARTE

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Faltaba poco para que las vacaciones terminaran y Eliza se encontraba más emocionada que nunca con la idea de volver al colegio, porque eso significaba volver a ver a Sebastián todos los días con normalidad, no tendría a su madre molestándola constantemente. Cierta tarde había aprovechado una de las salidas de Clarisa para ir a encontrarlo cruzando la mitad de Santiago, cuando por fin pudo llegar por sus propios medios, parada frente a la puerta llamó tímidamente, este apareció de inmediato y al verla sonrió. Sin hacerse esperar se abalanzó sobre él besándolo salvajemente cayendo al suelo y rodando. Sebastián se posicionó encima de ella y la siguió besando como si le fuera la vida en ello, bajó por su mandíbula alcanzando su cuello y siguió descendiendo por su clavícula, Eliza parecía hecha de suave masa entre sus brazos derritiéndose con facilidad. Se separó lo suficiente para mirarla a los ojos y pudo tener un pequeño vislumbre de toda la pasión escondida que poseía Eliza, pero aún encadenada, reaccionaba a él y volvió a tener aquel sentimiento de posesión y si alguna jodida vez sucedía que otro pudiera provocar esas mismas reacciones en ella juró en silencio que mataría al bastardo. Nada nunca le había pertenecido realmente, nada de valor, pero Eliza... ella le pertenecía, se sentía poderoso pues en esos momentos tenía algo entre sus manos mucho más valioso que el oro, tenía su amor.

Vio en los ojos de Sebastián un destello de esa posesividad inquietante que había vislumbrado antes, no le dio importancia y al contrario se sintió extremadamente halagada ya que, a su entender, de acuerdo a sus emociones y sentimientos ella le Pertenecía y no tenía intenciones de separarse de él. Sebastián soltó una risita y se preguntó qué estaba pasando por su mente, sabía por su mirada que algo se estaba cociendo tras su fachada.

- Vamos, dime, ¿qué es?

Puso cara de confusión ante la pregunta de Eliza.

- ¿Qué es qué cosa?

- Lo que estás pensando, sé que estás tramando algo

- No... para nada

- Claro que sí, ya te conozco lo suficiente para saber que tienes una idea en mente

- Bueno, ya que insistes te diré

- Estoy esperando

Sebastián agachó su cabeza hasta llegar a rozar con sus labios la oreja de Eliza y susurró.

- Estaba pensando en encerrarte en mi cuarto y jamás dejarte ir

- ¿Qué?, ¿y exactamente cómo lograrías eso?

Sus ojos mostraban suficiencia. Eliza lo quedó mirando hasta que la comprensión iluminó su rostro.

- ¡Me secuestras! - Le gritó mientras lo empujaba y se levantaba fingiendo correr para alcanzar la salida de la casa, pero no llegó muy lejos, ya los brazos rodeaban su cintura alejándola de la puerta, chilló con carcajadas ante el ataque y luchó por deshacerse de él, este se paró delante de ella y sin el menor esfuerzo la alzó sobre uno de sus hombros metiéndola dentro de la casa. No paró de golpearlo en la espalda y de patalear, hasta que se sintió rebotar contra el suave colchón de la cama. Este se puso a horcajadas encima de ella y con hábiles dedos comenzó una guerra de costillas por sus costados, Eliza no paraba de reír, las cosquillas la estaban literalmente torturando hasta casi la desesperación y su vejiga a punto de reventar estaba amenazando su dignidad.

- ¡Sebastián!, ¡Sebastián, para por favor!, ¡Sebastián!...

- ¿Qué cosa?, no escuché

- Sebastián - Gritó Eliza con lágrimas en los ojos de tanto reír

- Vale, vale

Se levantó de encima de ella y se cruzó de brazos con una risita tonta

- ¿Por qué la risita?

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