UNA MALA JUGADA

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Los días habían pasado, Eliza se amotinó en su habitación sin ganas de salir ni hablar con nadie. Un manto gris y tenebroso se había apoderado de la hacienda y los sonidos tan particulares de esta ya no estaban, volviéndose todo silencioso, casi tétrico. Hasta el clima cooperó con ello, dejando caer las primeras gotas de lluvia, y permitiendo que la niebla invadiera cada rincón por las mañanas, en las últimas horas de la tarde al caer la noche. María la visitaba de vez en cuando, acostumbraban a tomar sus comidas juntas en el cuarto, pero siempre en silencio, ya no teniendo aquellas charlas llenas de ocurrencias y bromas.

Otro punto aparte fue Hermes que como Eliza se había encerrado en su despacho bebiendo de su licor, revisando y releyendo una y otra vez los mismos documentos.

Cierto día, vio a un extraño hombre ingresar a la casa por invitación de Hermes, ambos se encerraron en el despacho durante toda la tarde, retirándose solo hasta bien entrada la noche con cara de cansancio y pensativo. Solo se interesó levemente por este hecho, pero ya no tenía ganas de averiguar nada, demasiado había tenido con el cruento espectáculo anterior.

Eduardo, por su lado no volvió a hablarle, cada vez que se topaban, ya fuera dentro de la casa o en los alrededores, no le dirigía la palabra y no le daba ni siquiera un reconocimiento de su existencia, solo se obsesionaba con controlar a los hombres a cada momento. El tiempo de la discreción había terminado, ahora todo era evidente, los hombres se paseaban descarados con sus armas y a cualquier punto que se mirara estaban ellos. Las labores en los campos ya no se llevaban a cabo, y Eduardo instaló un grupo nuevo de trabajadores en los establos en reemplazo de Juan.

Se encontraba demasiado desconcertada y asustada como para llamar su atención, no podía creer que aquella vez Eduardo permitiese que los hombres se hubieran abalanzado sobre aquel cadáver sin vida, como si fueran hambrientas víboras devoradoras y no se le moviera ni un músculo. Deseó poder armarse de valor y hablarle, gritarle, golpearlo o... abrazarlo y besarlo, pero no se atrevía a acercarse voluntariamente... por primera vez tenía verdadero miedo.

Aquella tarde se estaba haciendo eterna, y no encontraba nada que pudiera hacer que la entretuviera lo suficiente como para que llegara la noche y se durmiera, solo para enfrentar otro día igual de tedioso. Se estaba cansado de la película de crimen en que se había convertido su vida, frunció el entrecejo, ¿por qué no podía ser una chica normal? Cualquiera a su edad estaría pensando en qué estudiar o ya estaría asistiendo a algún centro educativo para aprender alguna profesión...pero ella no. Se encontraba atrapada en una verdadera fortaleza mendigando casi todos los días un poco de libertad, no teniendo proyectos propios o labores diarias, no tenía responsabilidad de ningún tipo, y sentía que eso le estaba costando su juventud y le quitaba vida. Ensimismada miró el horizonte y deseó poder ser como cualquier otra, sonrió tristemente, aquel viejo sueño estaba de vuelta, aquella idea estaba más lejana que nunca, negó con la cabeza y desechó la idea, tendría que esperar que pasara un poco el tiempo y que todo se calmara, eso ya lo comprendía perfectamente, puesto que ahora entendía que realmente, ella y su familia, corrían peligro y tenían enemigos poderosos ¡¡sí, hasta un traidor estaba infiltrado!!, igual que en las películas de acción y mafia. Sus planes tendrían que esperar, no quería ser una nueva causa de preocupación, tampoco estaba dispuesta a que los hombres la siguieran escoltando. Recordó cómo hace unos días habló con su abuelo pidiéndole autorización para ir a dar una vuelta al pueblo, y este no le puso buena cara pero al final se lo concedió con la condición de que estaría escoltada durante todo el tiempo por un grupo de hombres armados, ella se negó en rotundo y abortó su idea.

Un golpecito sonó en la puerta sacándola de sus pensamientos, la persona que golpeaba no esperó la autorización y entró de todas maneras. Era María, esta sonrió, y cerrando la puerta se acercó a sobar suavemente el hombro de su amiga quedándose a mirar con ella el horizonte.

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