Eduardo se encontraba en su despacho con sus pensamientos girando en torno a Eliza. No sabía con exactitud qué había sucedido, pero presentía que era algo grave ya que Hermes había golpeado su puerta esa mañana, y él mismo había salido de su propio cuarto para averiguar qué era lo que pasaba. Al principio cuando ella no había querido abrir la puerta no le dio mayor importancia creyendo que era solo un capricho más y que estaba haciendo escándalo para saltarse el trabajo, pero después que Hermes se dio por vencido con ella, entró a su cuarto nuevamente preparándose para bajar cuando de de repente todo quedó en silencio. Curioso aplastó su oído en la pared que daba justo al cuarto contiguo y la escuchó sollozar fuerte, despegó su cara mirando con sorpresa la muralla ¿Por qué ella lloraba?, El llanto de ella era lo peor que podría escuchar, podía soportar sus constantes cagadas y su maldito carácter explosivo, pero su tristeza jamás, odiaba la sensación de impotencia. Golpearon suavemente su puerta y un Hermes cabizbajo entró, caminó hasta el escritorio y se sentó frente a él con la vista perdida, ambos solo se quedaron en silencio por unos minutos sin moverse hasta que Hermes suspiró.
- Sabes tanto como yo lo que pasa ¿cierto?
- Sí – Fue la seca respuesta de Eduardo.
- Sé que no vas a admitirlo, pero odias tanto como yo verla de ese modo.
- No me importa.
- Ya, sigue diciéndotelo hasta que lo creas.
- ¿Pasó algo con los hombres? Tal vez le faltaron el respeto de alguna forma.
- No se atreverían, las consecuencias para ellos serían atroces y lo saben.
- Tengo trabajo en este momento... es tu nieta y yo lo siento – Dijo en una clara invitación a que se largara, lo último que quería era hablar de Eliza.
- Sí, claro, yo... creo que... demonios – Apoyó los codos sobre el escritorio de roble – Tengo tanto miedo, Eduardo, miedo de que vuelva.
- Que vuelva ¿qué cosa?
- Es que no sabías cómo era antes de llegar a este lugar, estaba muerta... no lo comprenderías, solo vivía mecánicamente...
- ¡¡No me vengas con esas, Hermes!! Sé que entre tú y Clarisa la hicieron de esa forma dominándola y atándola, quitándole todo lo que ella amaba, y perdón por decirlo, pero lo hicieron de una forma atroz – Se levantó de su escritorio exasperado – Y no contentos con eso, la hicieron pensar que él estaba muerto.
- No me tienes que enumerar mis errores, maldita sea.
- Entonces no vengas a llorar a mi despacho.
- Pendejo ¿qué sabes tú? ¿Acaso crees que no me arrepiento de haber manejado las cosas mal? Solo hubiera deseado haberle dicho la verdad desde el principio, pero no me atreví, y jamás pensé que el pasado nos alcanzaría de esa forma...
- ¿Te refieres a Sebastián?
- Sí, aun no llego a comprender qué fue lo que pasó para que Eliza se enamorara justamente del que no debía conocer.
- Hermes, no me malinterpretes, pero me importa una mierda, ya está hecho, pasó y todo debe seguir. Lo que venga tendremos que enfrentarlo.
- Has dicho ¿tendremos?
Eduardo se dio una patada mental, le había dado a entender que él estaría a su lado cuando todo reventara, le tenía gran afecto a Hermes, pero realmente no ansiaba estar junto a él cuándo la mierda comenzara a caer de forma imparable. Era un hombre egoísta por naturaleza, deseaba seguir siendo de ese modo, y preocuparse nada más que de su propio bienestar, pero la sola idea de alejarse del lado de Eliza cuando todo cayera le era insoportable.
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HACIENDA RINALDI
RomanceEliza Rinaldi no puede olvidar su trágico pasado, todo el mundo estuvo en contra de su romance con un chico que parecía un verdadero ángel. Eduardo, administrador, socio y mano derecha de Hermes Rinaldi, hombre frío, cruel y cínico,,Y AMIGO, tendrá...