¿DECLARACIÓN?

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Bajó las escaleras tranquila esa mañana con la cara sonriente. La noche anterior había dormido entre los brazos fuertes y protectores de Eduardo provocándole una sensación de sosiego y paz. Después de un rato la tormenta había pasado, dejando el paso libre a un pálido sol, el día se presagiaba lúgubre, pero poco importó ya que se encontraba con un magnifico estado de ánimo. Caminó hasta que se encontró mirando a ambos lados del pasillo, miró hacia el salón y frunció el ceño al sentir la casa tan tranquila, era poco usual aquella quietud a esas horas del día. Caminó directo a la cocina, la encontró deshabitada, era realmente extraño. Se decidió ir en busca de María, pero justo llegando al pasillo que llevaba a la planta en donde se encontraba el dormitorio de ella, se encontró con una de las señoras que trabajaban en la casa.

- Buenos días, ¿sabes dónde puedo encontrar a María?

- Sí, claro. Debe estar en algún rincón de la casa, atareada con tanta cosa.

- ¿Por qué? ¿pasa algo?

- No, nada.

- ¿Qué sucede con todo el personal? Siento un poco vacío el ambiente.

- Sí, varias de las chicas pidieron permiso a su abuelo don Hermes para tomarse el día libre, hay un espectáculo esta noche y decidieron ir todas... tan perezosas, yo jamás he pedido permiso para algo tan sin importancia como esto. El señor Eduardo debería pagarnos más por todo el trabajo que nos llevaremos hoy... hay que cocinar, lavar y...

- Sí... sí, gracias por decirme.

Eliza salió caminando lo más lejos que pudo de la señora que se había quedado quejándose. Llegó hasta el dormitorio de María y golpeó en repetidas ocasiones, pero no le llegó a contestar. Decepcionada desanduvo sus pasos de vuelta a la cocina teniendo cuidado de no toparse de nuevo con aquella señora refunfuñona. Cuando volvió a la cocina, María se encontraba atareada correteando de un lado para otro, Eliza tuvo que aclararse la garganta solo para que María le sonriera por encima del hombro y volviera a estar tan atareada como antes.

- Eliza, perdón, pero hoy no tengo tiempo... ¿ya supiste que casi todas las demás salieron hacia el pueblo?

- Sí, ya lo supe.

- Claro, y debido a eso ahora tengo más trabajo que nunca.

- No, por favor tu no...

- ¿Qué? ¿También te topaste con Lorena?

- Sí... fue un poco molesta.

Pero María ya no la escuchaba con lo ocupada que estaba. Miró para todos lados sin saber qué hacer ni en que ocupar su día, con Eduardo no podía contar ya que sabía que estaba como siempre con mucho trabajo por hacer.

- María, ya que estás sola con la otra señora ¿hay algo en lo que pueda ayudar? 

María dejó sus quehaceres y se dio la media vuelta con incredulidad.

- ¿Tú, ayudar en los quehaceres?

- ...podría aliviarte en algo las labores.

- Bueno...eso sería fantástico – María titubeó, y después se la quedó mirando pensando en qué podría serle útil la señorita de la casa. Dando un brinquito sonrió – Bien, te tengo el trabajo perfecto...

- Solo indícame qué tengo que hacer y cómo hacerlo.

- Bueno, no creo que hayas trabajado un día en tu vida.

- Estás equivocada, claro que he trabajado... - Mintió descaradamente.

- Sí, pero me refiero a jamás aseando.

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