Jamás fue devoto, pero de todas maneras dio gracias a todos los santos cuando confirmó que en efecto Hermes le había reservado un vuelo privado tanto de ida como de vuelta. Tampoco era masoquista, pero a bordo del avión deseó que alguien lo dejara inconsciente para ahorrarse toda la marejada de emociones que estaba experimentando volviéndolo loco, el piloto, al igual que Eduardo, también estaba enloqueciendo, su pasajero había ido por lo menos unas diez veces a su cabina a darle prisa. Cuando por fin arribaron al aeropuerto, bajó apresurado del avión, tocando tierra miró hacia el cielo, no llevaba más que unas cuantas horas afuera y estaba amaneciendo, se extrañó que ningún vehículo lo estuviera esperando, pero no perdió tiempo, corrió hacia afuera buscando desesperado algún medio de transporte, y terminó por abordar un taxi.
- A la hacienda Rinaldi, rápido.
El taxista lo miró por el espejo retrovisor y asintió acelerando todo lo que podía dentro de los límites impuestos, se sintió observado, pero no le tomó mayor atención lo único que deseaba era llegar cuanto antes a la hacienda y ver a Eliza, se trató de calmar consolándose con la idea de que pronto la tendría entre sus brazos y la protegería, al igual que se encargaría de resguardar a Hermes... Su corazón explotaba de emoción con la comprensión de que aquella pequeña y su abuelo, se habían transformado para sí mismo en su familia y no soportaba la idea de que cualquier cosa les pasara a esos dos. Miró con ansiedad hacia afuera cuando atravesaron rápidamente las conocidas calles del pueblo respiró hondo, no faltaba más que unos diez minutos para llegar, su cuerpo hormigueaba con anticipación, jamás encontrándose con tal desespero en su vida, su mirada se posó en el retrovisor para darle más apuro al conductor, pero se quedó en silencio cuando este lo miraba con cara de curiosidad y desconcierto.
- ¿Qué es lo que miras tanto? – Le reprochó ya cansado de la insistencia de su mirada.
- Nada... ¿acaso eres Eduardo...de la hacienda Rinaldi?
Lo miró estupefacto, ¿Por qué se había subido a un auto con un conductor tan entrometido?
- Sí.
El hombre lo siguió observando en silencio.
- ¿Qué mierda te sucede que miras con tanta insistencia?
- Es solo que...
- ¿Qué? Explícate.
- Me resulta extraño que quieras ir hacia ese lugar...deberían ya estar trabajando en apagar el incendio que había, pero no se han oído nada de bomberos o policía...
Eduardo de pronto saltó de su asiento haciendo que el conductor perdiera el control del vehículo por un momento.
- ¿QUÉ MIERDA DICES QUE SUCEDE?
- Nada...es que horas atrás en la noche, se escuchó mucho alboroto...de hecho los ruidos casi llegaban al pueblo y solo los más curiosos nos acercamos lo suficiente como para ver lo que sucedía...
- CONTINUA – Sus emociones quedaron congeladas, y su rostro se volvió blanco temiendo lo peor.
- Pero no nos atrevimos a más, ya que...también oímos claramente disparos – El pobre hombre se aclaró la garganta, solo había visto de lejos a Eduardo y no creía que fuera tan intimidante como decían las malas lenguas, pero al tenerlo cerca... Bueno, solo quería llegar a destino y nunca volver a tener en su auto a tan peculiar pasajero –Pensamos que tal vez la policía intervendría, pero nadie vino...
- ¡ACELERA...EN MENOS DE DOS MINUTOS NECESITO LLEGAR HASTA LA HACIENDA!
- Pero es que no puedo ¿qué hago si me paran por ir a exceso de velocidad? Eduardo se acercó al nervioso taxista y lo apuntó con su arma.
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HACIENDA RINALDI
RomantizmEliza Rinaldi no puede olvidar su trágico pasado, todo el mundo estuvo en contra de su romance con un chico que parecía un verdadero ángel. Eduardo, administrador, socio y mano derecha de Hermes Rinaldi, hombre frío, cruel y cínico,,Y AMIGO, tendrá...