UN ESPECTÁCULO MACABRO

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AVISO: CONTIENE ESCENA DE FUERTE VIOLENCIA 


La oscuridad dio paso a la luz del nuevo día. A pesar de que los ánimos en la hacienda eran oscuros, la inocencia de la naturaleza no lo reflejaba, el rico color marrón llenaba todo a su paso, cual si fuera oro en cada rincón. Una tibia brisa estimulaba los sentidos, y los pocos pájaros que no se escondían en sus nidos gorjeaban alegres, así lo vio Eliza cuando se despertó aquella mañana en una cama ajena, pero que conocía a la perfección. Sonriendo se levantó de un salto y fue hasta el baño esperando encontrar al gorila cascarrabias de Eduardo, pero luego su entrecejo se frunció y su sonrisa se desdibujó cuando no lo encontró en la habitación. Parándose al medio del cuarto se pasó la mano por la frente, tratando de pensar en donde se había metido, pero ninguna idea le vino a la mente. Encogiéndose de hombros decidió ir a su propio cuarto a darse una ducha y vestirse, luego se preocuparía.

Una vez que estuvo lista con uno de sus típicos pantaloncillos cortos, y solo una exageradamente grande camisa escocesa, se dispuso a salir. Casi estaba en la puerta cuando se percató que se había olvidado de ponerse zapatos, se dio la media vuelta cuando unos movimientos en el frente de la casa le llamaron la atención. Apurándose se acercó a su ventana desde donde podía observar que unos hombres iban y venían corriendo hacia una dirección en particular, aquello no era habitual y como siempre no lograba entender qué sucedía. Decidida a averiguar corrió hacia afuera, y cuando logró alcanzar la puerta principal se encontró con María bloqueándole el paso. La miró amenazadoramente, pero esta no se inmutó y se puso las manos en la cintura obstinada.

- María, ¡déjame salir!

- Y ¿para qué quieres salir?

- Eso es mi maldito problema... ahora quiero que salgas del camino.

- Lo siento mucho, Eliza, pero esta vez no te dejaré que hagas lo que quieras...el patrón, y no me refiero a Eduardo al que puedes convencer con unos cuantos besos, me ordenó que nadie de esta casa tenía permitido salir... nadie.

Eliza la miró indignada por el atrevimiento que tenía, está bien, era su amiga y había recibido órdenes, pero como amiga suya podría hacer la vista gorda, ¿cierto?

- María...

- No me vengas con ese tonito, que no me convencerás – María se adelantó un paso en clara amenaza – No te dejaré salir...y menos ahora.

- ¿Qué quieres decir?, ¿Por qué menos ahora?

Miró con preguntas en los ojos, pero María solo apretó sus labios con tanta fuerza que su barbilla tembló.

- En verdad no puedes dejarme salir, ¿verdad?

- Te lo estoy diciendo hace un rato.

- De acuerdo.

Dio media vuelta y subió los escalones a meterse nuevamente en su habitación. Al llegar fue de inmediato a las ventanas y pasó un pie por ella agarrándose a la cornisa, se quedó pensando un segundo y decidió que sería demasiado arriesgado, declinó en su intento y se dirigió al cuarto de Eduardo, estaba segura que desde la enredadera podría bajar y observar lo que sucedía. Salió disparada, pero en un instante desanduvo sus pasos volviendo a su cuarto, buscó por todos lados y luego se sentó en la cama a ponerse sus negros bototos.

- Maldito olvido – Murmuró.

Cuando hubo terminado corrió hasta la habitación, y sin pararse a mirar a su alrededor se acercó hasta el ventanal. Se afirmó fuertemente de las enredaderas, subió un pie y luego terminó de pasar la otra pierna, y empezó su descenso. Fue igual de accidentado que la última vez, quedando llena de rasguños, pero en un minuto estuvo abajo en el patio, y a pesar de que este estaba lleno de hombres por todos lados, nadie le prestó atención. Con curiosidad se quedó mirando la dirección que todos estaban tomando y llegó a la conclusión de que marchaban hacia los establos, se dio una vuelta sobre sí misma, y tirado en un rincón había una chaqueta desgastada de cuero y un sombrero. Lo pensó antes de tomarlo y ponérselo, tal vez pertenecía a uno de los hombres que se encargaba de vigilar la casa. Con decisión empezó su marcha siguiendo el ejemplo de los demás.

HACIENDA RINALDIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora