PASIÓN!!

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Despertó con un vacío en su pecho, si tan solo pudiera retroceder el tiempo y haber hecho las cosas de otro modo, pero ya no servía el arrepentimiento. Sebastián había pagado las consecuencias de las decisiones tomadas en ese entonces. Se estiró en su cama y se levantó, caminó despacio hasta la ventana y abrió las cortinas, el ajetreo había terminado en la hacienda y todo se hallaba en paz, no se veía ni un alma. Su vista quedó fija en aquel establo a lo lejos, desde su punto apenas se veía y recordó con precisión aquel vergonzoso momento en la mañana cuando Eduardo la besó. Pasó su índice por sus labios, los sentimientos que Eduardo había despertado con su beso eran confusos ya que hubo un momento, unos segundos, en los que disfrutó, pero ahora la culpa la corroía por dentro, no quería sentir placer ni nada que se asemejara a una caricia provocada por un hombre ni mucho menos viniendo del perro lame botas, solo deseaba pertenecer por siempre a Sebastián, era una idea obstinada lo sabía, pero era lo que quería, punto. Había decidido ir con Hermes a exigir que corriera a Eduardo pero hablar con su abuelo siempre le traía dolor porque lo culpaba tanto como culpó a su madre por lo que había sucedido en el pasado, no se atrevía a mover las viejas heridas hablando con una persona que participó en ello, ambos lo tenían claro. La determinación brilló en sus ojos, doliera o no mantendría una seria conversación con Hermes, tenía unas cuantas cosas que decirle acerca de su amado Eduardo.

Hermes se encontraba en su escritorio removiendo pensamientos e ideas para evitar la confrontación que sabía se avecinaba, las cosas estaban tensas y la gente con la que trataba no era amable, jamás lo habían sido. Sabía a qué se debía, era "él" otra vez, el maldito "ángel", removiendo hilos en su contra, si tan solo hubiera sabido en ese entonces cuando lo metió bajo su ala enseñándole y guiándolo, pero el muy perro había mordido la mano que le dio de comer y ahora el tipo estaba detrás de todo como un maldito espectador esperando que la mierda estallara en su cara. Hubo un rasgar en el piso y Hermes levantó la vista viendo como la puerta se habría, era Eliza, estaba de pie ante él sin emociones en su rostro, se veía frágil vistiendo siempre de negro, el corazón se le apretó, amaba a su nieta pero no toleraba las decisiones que ella había tomado para su vida, quería lo mejor para ella pero Eliza se alejaba de él y de todo el mundo sin llegar a comprender que todo lo que había sucedido fue lo mejor en ese momento. En ese entonces no podía sentarse a esperar que ella descubriera todo y su mundo se viniera abajo... desde aquella llamada de Clarisa él había metido mano en todos los sucesos, asegurándose que Eliza saliera ilesa.

- Deseo hablar contigo.

Su voz apenas dio un susurro, Hermes se quedó callado ante esta petición, su nieta jamás se le había acercado para nada, pensó que debía aprovechar esta oportunidad.

- Claro Eliza, siéntate.

Se acercó al escritorio sentándose frente a él, miró el despacho y se quedó con la vista fija en la esquina en donde unas noches atrás había quedado atrapada con Eduardo en aquel armario, su mirada se oscureció y volvió a revivir aquel beso. Sacudiendo su cabeza para alejar aquellos pensamientos miró a su abuelo dándose cuenta de que su determinación estaba flaqueando, Hermes no la intimidaba como a los demás, pero sí tenía una presencia que la ponía nerviosa y agitada.

- Quiero saber... - Dudó, y sus palabras tomaron otro rumbo insospechado - Quiero saber qué pasó, deseo saber qué fue lo que ocurrió en la cabeza de ustedes para hacer lo que me hicieron hace casi tres años atrás.

- Eliza... - El tono de Hermes presagiaba que no estaba dispuesto a tocar el tema a pesar de que jamás lo habían hablado.

- No abuelo, quiero saber, lo necesito ¿Por qué me alejaron con tanta vehemencia de Sebastián?

HACIENDA RINALDIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora