Eliza despertó de su sopor, se sentía con el cuerpo dolorido. Se fue hacia el baño y se observó en el espejo. La muchacha que le devolvió la mirada estaba echa un asco, ojerosa ojos hinchados, y su cabello estaba apto para pasar por un nido de pájaros.
- Púdrete – Insultó a su reflejo.
Con el genio agrio prendió su equipo de música a todo volumen. Decidió bajar las escaleras, dedicándose a deambular por los alrededores buscando y husmeando. Se sentía inútil, algo que no era novedad. Ya llevaba dos años sintiéndose de esa forma, pero aquí era mucho más patético que en Santiago, la gente que iba y venía parecía extremadamente ocupada y tan concentrada que ni siquiera la tomaban en cuenta. No es como si quisiera su atención de todos modos. ¡Pero, maldición! Se veía como una desconocida ajena al lugar. ¡Diablos!, ni siquiera había un maldito equipo de computación que no fuera ocupado estrictamente para los asuntos de administración. Deambuló por la casona y comenzó por el primer piso. Se le había atravesado la idea de recorrer y conocerla un poco más, no sería tan malo después de todo. La puerta principal estaba abierta. Miró hacia ambos lados antes de acercarse, pues no quería encontrarse con su abuelo y la extraña gente que andaba por la casa no parecía prestarle atención. Sin pensar más salió fuera.
Se dirigió al camino largo y extenso que llevaba hacia la salida de la hacienda. No le dio importancia ya que no tenía interés alguno en salir para recorrer las mismas calles que había conocido la tarde anterior, así que optó solo por caminar sin rumbo y poco a poco empezó a desviarse internándose en el follaje.
Todo lo que se extendía a su alrededor le parecía majestuoso e increíblemente extenso, Había eucaliptos gigantescos, álamos, sauces y miles de flores silvestres. Tentada por la posible aventura vagó sin rumbo por los alrededores ensimismada hasta que tropezó con una roca. Saliendo de su ensoñación se percató de que no tenía idea por donde había llegado hasta ahí. Encogiéndose de hombros no le dio mayor importancia y pensó que encontrar el camino de vuelta sería una tarea entretenida para pasar la tarde. Siguió caminando unos cuantos pasos hasta que de pronto un sonido llenó sus oídos. Estaba segura de que se trataba de agua corriendo. Sonrió. Si tenía suerte tal vez se tratase de una vertiente... pero si quería llegar tenía que seguir caminando. Eso no era exactamente uno de sus deportes favoritos.
- Mierda, me hubiera quedado en la cama con el control en mano.
Quería dar media vuelta y hacer exactamente eso, pero no iba a desperdiciar todo el camino y quedarse con la curiosidad, ¿cierto?, Había llegado por fin a su objetivo después de tanto caminar y buscar. Después de eso solo se sentó a observar aquel paisaje. Se trataba de una pequeña laguna, el agua era un poco verdosa y tenía un salto desde un pequeño alto formado por rocas. Esta se encontraba rodeada por sauces que con sus ramas acariciaban las orillas y la hierba que había en el pequeño claro le daba un toque de encanto.
Desde las sombras, unos ojos oscuros la observaban detenidamente. Vio como Eliza se paró repentinamente y comenzó a quitarse la camiseta. Irónicamente el dueño de aquellos ojos dirigió su mirada hacia el suelo dándole privacidad, pero levantó la vista en un mal momento pues ella se encontraba de pie a espaldas vestida solo con sus bragas. No podía despegar la vista de ella cuando vio cómo se metía poco a poco en el agua. Pensó que tal vez debería desaparecer y dejarla, ya la había vigilado de cerca los dos últimos días y estaba cansado de ser una niñera anónima. Por él, la mentada señorita Eliza, podría irse al mismo infierno. Dando un suspiro se dio la media vuelta para regresar a la casa, no le interesaba seguirla más.
Pronto se aburrió del agua, y definitivamente se vio superada cuando una cosa asquerosa verde y babosa se quedó pegada a su mano. Dando un manotazo salió del agua. Bueno, no era un paraíso, pero por lo menos estaba sola y nadie la molestaba ni tampoco se encontraba en peligro de tropezar con don Hermes. Se vistió rápidamente y se puso en camino, no sabía bien por donde dar la vuelta y hubo momentos en los que dudó por donde debía seguir. Estaba agotada, pero con paciencia por fin pudo vislumbrar el camino de vuelta.

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HACIENDA RINALDI
RomanceEliza Rinaldi no puede olvidar su trágico pasado, todo el mundo estuvo en contra de su romance con un chico que parecía un verdadero ángel. Eduardo, administrador, socio y mano derecha de Hermes Rinaldi, hombre frío, cruel y cínico,,Y AMIGO, tendrá...