CLARISA

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El día recibió a Hermes Rinaldi tan gris y oscuro como lo había sido la semana que había pasado. Había ido al extranjero en busca de Gustavo, se había logrado reunir con él, y con toda la valentía y coraje que pudo reunir le pidió expresamente salir del grupo. Jamás se esperó la reacción que tuvo, este le había preguntado por sus fondos, y Hermes no pudo decirle nada menos que la verdad; que había logrado construir un pequeño imperio financiero y que ahora solo quería dedicarle su tiempo a su verdadero amor, La hacienda. Gustavo solo sonrió y le deseó buena suerte dejándolo ir, la reunión le pareció de lo más extraña por su corta duración, pero lo que pareció aún más fuera de lo común fue la amabilidad que demostró junto con su comprensión. Desconfiaba, en cuanto más Gustavo sonreía y asentía, más tenso se ponía, haciéndole recordar la fría sonrisa con que este solía destripar a sus víctimas. Algo le quedó molestando de esa reunión y sabía que no podía bajar sus defensas, solo rogaba que todo lo que este le había deseado fuera cierto, pero...confiar sería tan estúpido y poco acertado como pararse delante de un tigre hambriento. Sus pensamientos se dirigieron de pronto a su nieta Eliza, ella tendría que estar más protegida que nadie, y sabía que en este período de tiempo lleno de amenaza y peligro él podría caer, y si llegaba a pasar cualquier cosa querría morir con su conciencia en paz, por eso en su trayecto había tomado la decisión de explicarle absolutamente todo lo relacionado con Sebastián, era una hacha que pendía en su cabeza, y de cualquier modo, aunque él mismo no se lo dijera, habría alguien esperando en las sombras para hacerlo, logrando que ella definitivamente se apartara para siempre de su lado, odiándolo más que nunca.

Cuando entró en la casa, seguido por uno de sus escoltas que llevaba una maleta a cuestas, sintió risas provenientes del salón, como siempre había olvidado anunciar su llegada. Con curiosidad, y silenciosamente se acercó y desde una esquina miró dentro hacia la escena que se llevaba a cabo en el lugar. Primero observó con incredulidad para después tranquilizarse y sonreír apreciativo, sabía que entre esos dos había algo, y que tenían un futuro brillante siempre y cuando no los alcanzara el pasado. Su sonrisa se hizo aún más ancha por la buena decisión de su nieta, estaba seguro de que Eliza estaría lo más protegida posible, Eduardo era una excelente elección, sus capacidades la mantendrían a salvo, Con un suspiro se volvió a su despacho, el plan lo pondría en marcha esa misma tarde.

*****

- Hermes, tenemos que contarte algo.

Eduardo habló con su voz ronca y profunda, haciendo que dejara suspendida la copa de vino a punto de tocar sus labios. Volteó su mirada para ver a Eliza atragantándose. Bien, era el momento, esos dos estaban a punto de soltarle todo.

- Puedes hablar, muchacho.

Eduardo frunció el ceño ante la connotación infantil con que Hermes lo describió.

- Se trata de Eliza.

Hermes no prestó atención y se volvió a su nieta, estimaba mucho a Eduardo, pero prefería que fuera Eliza la que le diera la noticia, eso por lo menos entibiara un poco su corazón.

- Figlia ¿hanno qualcosa da dire?*

- Eduardo e io siamo insieme come una coppia*

- ¿Da quando?*

- Da quando hai lasciato viaggio*

Eduardo miraba la escena con fiereza en los ojos, había querido decirle a Hermes y no dejar que Eliza lo contara sola, pero lamentablemente no hablaba italiano y no podía intervenir, ya que no tenía idea de lo que discutían a excepción de saber que era sobre ambos.

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