EFECTOS CURATIVOS DEL TIEMPO

99 8 0
                                    

15 AÑOS DESPUÉS

El sol, alumbrando alto se ponía en armonía junto con la alegría del lugar. El olor a pasto, junto con el de las diversas flores silvestres salpicando todo a su paso, invitaban a festejar el inicio de la primavera, las copas de los árboles se mecían suaves en consonancia con el viento. La algarabía estaba en su punto máximo, debido a los excitados pueblerinos que caminaban entre los diferentes puestos de comida, artesanía y juegos. Algunos se apresuraban a llegar al corazón de aquella gigantesca hacienda, ya que era en ese lugar donde se llevaba a cabo la atracción principal, las domaduras de caballos, pero por más que transitaban apurados, se encontraban con gente apiñada empujándose tratando de encontrar el mejor lugar para poder observar el grandioso espectáculo que, como cada año atraía a las masas. Hace ya diez años que se había dado inicio al evento, y en él competían los mejores domadores de la región, congregándose la mayoría del pueblo, junto con las pequeñas ciudades vecinas. Disfrutaban de lo variado del evento en cada primavera, la gente se afanaba tratando de encontrar los mejores puestos para poder deleitarse con las destrezas exhibidas, gritaban y aplaudían con fuerza cuando se presentaban sus jinetes favoritos, fueron pasando uno por uno mostrando habilidades ecuestres sorprendentes, pero hubo un estallido de aplausos y gritos en apoyo cuando un particular jinete salió a escena, haciendo que la gente se volviera eufórica de emoción. Se trataba de la estrella indiscutida de aquel evento, este se paseaba de aquí hacia allá dándoles a todos una muestra de diferentes perfiles y poses. Orgulloso, en sus ojos brillaba la arrogancia, haciéndolo parecer un tanto pretencioso, su ego aumentaba cuando las chicas a su alrededor emocionadas tiraban besos en su dirección, él a cambio regalaba un guiño pícaro haciéndolas que gritaran alocadas. Terminada su presentación, se dio la media vuelta hacia el público, e hizo una seña para que soltaran al semental que tenían guardado especialmente para esa ocasión, era un animal formidable que aún no había sido domado, de pelaje negro lustroso, sin una mancha que lo mancillara, de crin larga y orgullosa. Desbocado salió dando las primeras patadas traseras, y su nerviosismo se hacía más intenso debido a todo el ruido que había en ese momento, encabritándolo más. El muchacho dio una sonrisa torcida de aprobación, y tomando unas cuerdas firmes se acercó al animal laceándolo en tan solo segundos. Haciendo un poco de fuerza no le costó más que un par de minutos montarse, la gente gritó enfebrecida, pues el semental se resistió duro a ser domado, pero el jinete resultó mucho más hábil, batiendo un nuevo récord de tiempo cuando el semental, por fin, quedó tranquilo con su primer jinete a cuestas.

Sonrió orgulloso, saludando al público levantando una mano. Miró hacia todos lados buscando con la vista entre las masas de gente a una persona en especial, con un guiño sonrió cuando la encontró en primera fila saltando y gritando más fuerte que todo el mundo a su alrededor, no esperó el ansiado resultado... ya sabía que él era el vencedor. Con paso firme se adelantó al lugar en donde se encontraba la mujer más hermosa que conocía en sus cortos quince años. Su madre, la consideraba la mujer más bella con su cabello oscuro como ala de cuervo, ojos de gato color miel y una sonrisa sincera llena de amabilidad. Cuando llegó hasta ella abrió los brazos, y ella encantada sonrió mucho más, y sin dudar se metió entre ellos. La apretó fuerte, las manos de ella volaron hasta su rostro haciendo que fijara sus ojos increíblemente negros en ella.

- Te dije que esperaras un momento y que no lo domaras tan rápido esta vez – La mujer se puso las manos en las caderas en gesto amedrentador – Esta gente viene de lejos para verte... se merecen más que eso, ¿no crees?

- Bueno, qué te puedo decir madre, me sale natural.

La mujer rió negando con la cabeza y palmeándolo en la espalda.

- ¿No ha llegado aún la tía María?

Levantó la vista haciéndose una visera con las manos, y sonrió cuando encontró a una mujer debatiéndose en contra de la gente para poder pasar, ambos esperaron un momento hasta que, con la cara roja, la recién llegada exclamó:

HACIENDA RINALDIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora