Capítulo 4: Triste realidad.

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Alan

Las sombras se ciernen sobre mí, el blanco perfecto es manchado por la sangre que corroe mis pensamientos, el recuerdo de mamá no me abandona, y todo lo que he hecho tras su muerte, no es ni una cuarta parte de lo que podría llegar a hacer si me diesen el alta.

Y me la darán.

Me pregunto si es lo correcto, si tengo derecho a empezar de cero, si realmente eso será posible.

''¿No cree que alguien tan agresivo es un peligro para la sociedad? ''

¿Así es como me ven? 

Agresivo.

Peligroso.

Como algo externo, ''a la sociedad''

Yo por un lado, y ellos por el otro. 

Dicen que las personas malas no lo son desde sus inicios, que se van forjando con el paso del tiempo, a veces pienso que mienten.

Yo siempre sentí un anhelo por ese líquido carmesí, y por eso, le tenía miedo.

Me asustaba de mí mismo, desde niño, sabía que era distinto.

¿Pueden los asesinos ser una creación más de la retorcida madre naturaleza? Ella creó a los fuertes y a los débiles, a los cazadores, a la presas, a las criaturas indefensas, a los monstruos. 

¿Por qué no pudo entonces también crearme a mi? ¿Por qué me han castigado durante diez años tan solo por ser como soy? 

Una lágrima desciende lentamente de uno de mis ojos, yo podría haber aprendido a controlarlo, si ellos no me hubiesen obligado tantas veces a perder el control. 

—¿Alan?— La Doctora Hanse entra en mi habitación, estoy sentado en la camilla, mirando hacia los barrotes de la ventana, ojalá pudiese ver un exterior mejor que el patio repleto de locos hablando solo o haciendo movimientos raros.

Yo no me veo como ellos.

—Doctora Hanse.—Murmuro, dejando mi rostro girarse lentamente hacia un lado.

—Llevas dos semanas aquí encerrado.—Comenta, sí, ya hacen dos semanas desde ese infortunio con la enfermera del electro.—¿Te estás tomando muy enserio lo de no meterte en líos para recibir el alta?—Sus tacones se acercan a mi, suspiro lentamente al notar como una aguja se clava en la piel de mi cuello, es un calmante, para que pueda ir al comedor con los demás sin provocar un desgracia.

Me siento como el león dentro de la jaula.

Si estuviese en libertad, solo mataría por hambre.

Pero aquí, encerrado, temo que cuando salga, mate por odio.

—¿Qué me habéis hecho?—Murmuro lentamente  y en voz baja, como si esa pregunta en realidad la hiciese de forma mental, ella me mira con sorpresa.

—¿Disculpa? 

—Nada, olvídelo, Doctora Hanse.

Ella curva sus labios, apoyando sus brazos sobre mi hombros, sus dedos masajean mis músculos lentamente.

—Alan, tesoro, tan solo hemos cuidado de ti, hemos evitado que tu potencial altamente suicida acabe con tu vida.

Niego lentamente.

—No, Doctora Hanse, solo lo habéis alimentado, para que ahora, al salir, no sepa ni como cuidar de mí mismo.

Su rostro se enseria, tuerzo mi expresión para mirarla directamente a los ojos y la siento desarmada.

SCHIZOPRENIA✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora